La sociedad política se suicida

¿Tal es su ceguera política, estimulada por la estulticia, que esos políticos no ven que entre más debiliten el sistema, menores serán sus posibilidades de convertirse en alternativa de poder y más favorecen a los aprendices a dictador?
Nada importa, nada tiene sentido, nada vale la pena: ¿es nihilista la sociedad política nacional? La crisis económica no la sacó de su ensimismamiento. La pandemia no la zarandeó. El desempleo la deja impertérrita. El narcotráfico y su violencia no le preocupan. La sociedad política nacional vive su colapso con los ojos abiertos. Ya no hay líderes nacionales. Los partidos son clubes feudales que a dentelladas se disputan el poder y el erario. La Asamblea Nacional un día es circo y al siguiente manicomio. Aquellos que no están en el poder están de acuerdo en señalar al Ejecutivo como el responsable -el único- de todos los atrasos acumulados. No importa su nombre: Mahuad, Durán Ballén, Lasso el que sea. La sociedad política es adicta al síndrome del chivo expiatorio que la libera de toda culpa. Por eso es golpista. Por eso vive sin tregua en campaña. Cada partido, cada dueño de partido se entrega, en forma irracional, a ese deporte que consiste en militar, en forma obcecada, por el fracaso de aquel que los venció en las urnas. La política nacional es lo más parecido a Los juegos del hambre.
Se entiende que Rafael Correa, que siempre se creyó salvador supremo, que creyó que Ecuador nacía con él, que con un gesto de mano pretendió borrar la historia, denueste del sistema liberal y haya preconizado que el socialismo fracasado del siglo XXI era la panacea. Se entiende que Leonidas Iza, que idolatra la dictadura cubana, promueva el comunismo indoamericano. Ellos no son nihilistas: su negocio es destruir la democracia -endeble e imperfecta-, clamar que no vale la pena defender ningún valor “de la democracia burguesa” ni reivindicar balance alguno del actual sistema: su única alternativa es instaurar su dictadura. Lo que no se entiende es que Jaime Nebot, Xavier Hervas y demás responsables políticos, que dicen ser demócratas, asuman el nihilismo militante que los lleva, en los hechos, a trabajar contra el sistema.
Por supuesto que hay atrasos inmensos y facturas de todo tipo por pagar. Por supuesto que este país no saldrá adelante por arte de magia de un presidente al cual, además, se le niega todo apoyo en la Asamblea Nacional. ¿Acaso la reactivación económica, el empleo, la lucha contra la pobreza y la desnutrición crónica infantil, la guerra contra la delincuencia común y, ahora, del narcotráfico y la violencia que provoca, no son temas transversales y de interés común? ¿Acaso los políticos demócratas del borde que sea, no se benefician -en caso de llegar al poder- si el país tiene más empleo, menos pobres, menos delincuencia, más inversión, más desarrollo? ¿O esos políticos creen, atentando contra el más básico sentido común, que solo llegarán al poder serruchando el piso al gobernante de turno? ¿Tal es su ceguera política, estimulada por la estulticia, que esos políticos no ven que entre más debiliten el sistema, menores serán sus posibilidades de convertirse en alternativa de poder y más favorecen a los aprendices a dictador?
Queda una posibilidad, claro: que algunos dirigentes políticos no quieran ser poder: solo medrar de un sistema descuajeringado que nutre populistas, aventureros, mafiosos y aspirantes a dictadores. En ese caso, la cortina nihilista que utilizan está plenamente justificada: nada les importa, nada tiene sentido, todo les da igual mientras mantengan sus espacios de poder y su capacidad de chantaje con los gobiernos de turno para seguir robando y gozando de total impunidad.
Ah, y dicen amar al país. Por eso se sientan a esperar el entierro político del presidente de turno.