Correa, de prócer a meme

Y las obras que debían consagrar su memoria se caen a pedazos o están amenazadas por la naturaleza que quería doblegar su amigo Chávez
El caso Perenco, el caso de El Universo, el caso Coca Codo… La actualidad enfrenta al país con decisiones tomadas y escándalos provocados durante la década correísta. En forma irremediable vuelven esos episodios de un gobierno y de un presidente que, amparados en discursos estrafalarios de soberanía y ostentación soberbia del poder, cambiaron contratos, desconocieron acuerdos, persiguieron críticos, usaron jueces y programaron obras donde se les ocurrió.
Ahora vuelve la realidad de la mano de tribunales internacionales o por obra de la naturaleza. Ahora hay que indemnizar a las víctimas y asumir consecuencias que, en su momento, fueron anunciadas pero que ese gobierno olímpicamente ignoró. Y ahora vuelve Rafael Correa, dedicado a tiempo completo a tuitear, pensando que su narrativa reemplazará las sentencias que sus actos produjeron y que la nación tiene que pagar. Rehén de su propio invento, Correa todavía cree que las percepciones son más importantes que las realidades.
Tuitear resulta al parecer el trabajo más indicado para el expresidente. Como si un trino pudiera deshacer un fallo. O reemplazara los centenares de millones de dólares que costarán al país sus desafueros. Correa está en Twitter para seguir teniendo la razón. Se la sigue otorgando a pesar de las evidencias y los fallos desfavorables; a pesar de que el Ministerio de Finanzas y la Procuraduría están negociando con Perenco -y es un ejemplo- mecanismos para pagarle 412 millones de dólares antes de dos meses. Así lo decidió el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones del Banco Mundial (Ciadi), porque el gobierno de Correa obligó a esa compañía -al violar los términos de contratos firmados- a dejar los pozos petroleros que estaba explotando. Perenco abandonó el país en julio de 2009.
Ecuador tendrá que pagar las ocurrencias, prejuicios, rabietas y falaces teorías que Correa impulsó. Lo hizo como si Ecuador, por el simple hecho de estar gobernado por él, pudiera darse el lujo de ignorar tratados internacionales y acuerdos bilaterales de inversión. E incluso leyes y fenómenos de la naturaleza. ¿Acaso Chávez no dijo que “si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”? Él y sus amigos se creían no solo predestinados y sapientes sino imparables e impunes.
Correa quería pasar a la Historia, así con H mayúscula. En eso se empeñó a lo largo de su mandato y con particular énfasis mediático, gastando millones de dólares en propaganda, durante su último año. Quería estar en la Historia, al lado de Eloy Alfaro; la única figura que siempre destacó en el plano nacional. La prosopopeya, la solemnidad, los aires marciales que introdujo en su liturgia política, dieron cuenta del porte de prócer con que se miraba al espejo. Ahora, Correa más que las páginas históricas excelsas con que soñó, tiene expedientes en la Fiscalía. Y es irrisorio ver cómo trata de esquivar los hechos con trinos.
Un premio a un alumno de Yachay justifica para él la plata botada en esa empresa surrealista. Una serie de trinos salvan su metida de pata con Perenco. La indemnización que impondrá la Corte Interamericana en el caso de El Universo no la provoca su atropello; es culpa de la mala defensa del procurador… Y así. Correa quería pasar a la Historia. Y en vez de aquello tiene una estela de demandas, juicios e investigaciones encima. Y las obras que debían consagrar su memoria se caen a pedazos o están amenazadas por la naturaleza que quería doblegar su amigo Chávez. De prócer a meme. Prescindir de él, olvidarlo, es imposible.