Premium

La culpa es entonces de TikTok

Avatar del José Hernández

Resultó inverosímil ver a tantos candidatos a gobernar alcaldías y provincias barajar respuestas tan deleznables en temas que mortifican

Ahora resulta que el vacío político que se observó de nuevo en la campaña electoral depende de TikTok. Por una razón que muchos en redes ponen por delante: en TikTok los candidatos hacen el ridículo. Si se le diera la vuelta a esa hipótesis se podría concluir que ese medio de comunicación es el que banaliza a los políticos. Y no la cruda realidad que cabe en ocho palabras: tampoco en esa red social los políticos aportan. Se puede agregar “casi todos los políticos” para evitar caer el adagio popular que dice que todo lo que es exagerado es insignificante.

TikTok es un soporte para posicionar marcas. Es un medio de comunicación que permite a cada usuario generar su contenido. Es una red que reta, en general, la creatividad del usuario para sacar de ella el mejor partido. Lo mismo se puede decir -con los matices debidos- de Twitter, de un podcast, de una radio o de un canal de TV.

No, no es TikTok el problema. Esa red por sus características pone en evidencia, con mayor énfasis, la crisis de contenidos que padece la política. El reto al que se someten los políticos no es cómo usar esa red, respetando sus protocolos, para comunicar con sentido; es qué hacer para distinguirse de la lluvia de candidatos que pugnan por meter su rostro en el torrente de imágenes significativas para los electores.

Pero, claro, el problema no está ahí, está aguas arriba. Los partidos no hacen vida de partido. No tienen cuadros. No forman a sus militantes. Los jóvenes, si se ve el PSC, se dedican a insultar y amenazar a aquellos que les critican. Como si se tratara de celebrar proezas en los campos de la procacidad y la zafiedad.

Un partido es -debe ser- una escuela. El lugar donde sus afiliados, desprovistos de lemas y odas a sus jefes, se preparan para encarar la realidad. Para transitar hacia la complejidad y la responsabilidad que conlleva gobernar. Por eso en la historia clásica de los partidos existe el gabinete en la sombra, una instancia donde, conscientes de los datos de la realidad y con ánimo de competir por las mejores ideas para que al país le vaya bien, los partidos de oposición observan al poder de turno, lo acompañan o lo critican. Y hacen siempre propuestas pragmáticas y sostenibles.

Esa es la formación política que chorrea hacia abajo. Que nutre la conversación pública. Que saca a los ciudadanos y también al periodismo de esos lugares comunes y de esos clichés que han dejado sin política a los políticos. Aquí escupen para arriba: se dedican a imponer un relato y a hacer alianzas contranatura para botar al presidente de turno. No se percatan de que, si lo logran, ellos serán el próximo blanco de una política cínica, voraz y atrasa pueblos.

No es TikTok el problema. El problema es que los políticos -desprovistos de ideas, del conocimiento de experiencias exitosas que quisieran aplicar aquí, de equipos de personas preparadas, han convertido la política en un performance eterno de TikTok. Como si tuvieran que tener éxito en las redes y no en el gobierno. Así son: ocurridos, se inventan respuestas al paso y cambian cuadros y militantes por hordas de troles.

Resultó inverosímil, otra vez, ver a tantos candidatos a gobernar alcaldías y provincias barajar respuestas tan deleznables en dos de los temas que mortifican a los ciudadanos: la seguridad y la economía vinculada a sus bolsillo y a la calidad de vida. Que de la seguridad se tiene que ocupar el Gobierno; esa no es facultad suya. Y que obras y empleo dependen de la plata que el Estado les mande.

Si el problema del vacío político fuera TikTok, qué problema tan raquítico sería.