¿Qué dice el PSC de los narcos?

Cualquier otra actitud deja el terreno libre a bandas y narcos y lleva irremediablemente al suicidio político
¿Alguien habrá dicho a Cynthia Viteri que, tras tantos intentos y aspavientos, lo está logrando? Que tras haber fulminado el discurso del “modelo exitoso” y mostrado, hasta la caricatura, las costuras de la arrogancia socialcristiana, está camino a cometer suicidio político.
Por supuesto, los encargados de mercadearla encontrarán que el video que hizo con su “mensaje a la nación”, es una pieza genial. No, no lo es. Viteri, en su inmadurez crónica, debe imaginar que la inseguridad es un tema que puede ser manipulado electoralmente. No ahora; las elecciones son en febrero. Este no es un tema que la gente puede posponer porque cuando tiene miedo, cuando siente que la violencia que veía en telenovelas o en videojuegos ahora está en la calle, cerca de la puerta de su casa, no le basta con echar la culpa al gobierno. La gente sabe que un discurso no la pone al abrigo de la delincuencia: quiere acciones. Quiere que las autoridades se pongan de acuerdo para cuidarla.
Viteri es el ejemplo por antonomasia de esa sociedad política descriteriada, chata, irracional y populista que tiene el país. Que está en la Asamblea y merece por su gestión el repudio del 90% de la nación. Una sociedad política que vive del fracaso de gobiernos y opositores y que no separa lo esencial de lo que puede ser zanjado en las urnas. Una sociedad política que no cuida al país, que no sabe por qué debería hacerlo y que ni siquiera se hace la pregunta.
Viteri, como política que ha recibido el testigo, es el resultado de los odios, la hoja de vida y el expediente judicial de su jefe. Eso es el país político: un ramillete de sectas cuyos dueños, de un narcisismo insufrible, sueñan con gobernar solos y no dejar gobernar a los otros. Para ellos no hay país, no hay sentido de país que los pueda unir. No hay interés general ni problemas que consideren convertir en agenda común. El socialcristianismo nada ha dicho sobre el narcotráfico. No es su problema. Es tan cierto que alguien como Viteri que pertenece a esa corriente -por formación o por cercanía- dice las barbaridades que dijo en ese video. ¿Está Nebot satisfecho con su alumna?
Ella ha seguido el manual: destruir al Ejecutivo, para que prevalezca ella. Hacer creer que ella sabe cómo resolver la inseguridad y los otros son una cuerda de ineptos. Reducir un problema tan complejo a cosas prosaicas; disparar por ejemplo. Y no admitir responsabilidad alguna, suya y del partido que la promociona, por esos cinturones de pobreza extrema que sirven de caldo de cultivo para algunos de los problemas que hoy encara Guayaquil.
El manual maniqueo y mezquino de la política nacional no resolverá este problema, como no ha resuelto el desempleo, la atracción de inversiones, la desnutrición crónica infantil, la pobreza extrema… Pero la inseguridad, la violencia y el narcotráfico son flagelos que deberían disparar otras actitudes porque están de por medio las dos obligaciones fundamentales que esas urgencias imponen a los políticos: unir el país y cuidar al país.
Nadie pide a Nebot y a Viteri que silencien sus críticas contra el gobierno. Pero Guillermo Lasso ni es jefe de banda ni es narcotraficante. Y el socialcristianismo tampoco es un partido producto de la narcopolítica. En la lucha por la seguridad deberían entenderse.
Cuidar a Guayaquil del hampa no puede ser politizado pensando en votos. La reacción ante la violencia pasa por la unión y la coordinación sensata de acciones entre los políticos demócratas. Cualquier otra actitud deja el terreno libre a bandas y narcos y lleva irremediablemente al suicidio político.