Ecuador parece disco rayado
"Quizá ahí radica la principal explicación de por qué el país baila en la misma baldosa: la universidad ecuatoriana, en general, no está produciendo pensamiento"
Ecuador se parece a esas mayonesas fallidas, que no cogen a pesar de que se bate sin parar. Y la certeza de que el país no avanza, que vuelve a senderos que ya transitó, es curiosa y agobiante. Curiosa porque la certeza es cíclica. Como las preguntas que suscita. ¿Por qué el país se repite? ¿Por qué no sale de esas lógicas patológicas que tienen a todo el mundo dando vueltas en su metro cuadrado? ¿Por qué mantiene un sistema que se autoalimenta y se neutraliza? ¿Por qué no introduce nuevos paradigmas que rompan la inercia del sistema y motiven la creación, mediante la creatividad y la imaginación, de nuevas posibilidades?
Esas preguntas han desaparecido de la política que, lejos de competir con ideas, no ha dejado de ser, con muy pocas excepciones, una tribuna para vocingleros y populistas de todo pelambre. La prensa, tras haber ensayado cambios antes del correísmo, volvió a ser, casi en su totalidad y por obra y gracia de la persecución de Correa, una empresa notarial dedicada a registrar hechos sin analizar su significado.
¿La prensa también denuncia? Enhorabuena que lo haga. Pero la denuncia, por abultada que sea, por dramático que resulte el número de corruptos descubiertos, no transforma una sociedad. Los países cambian cuando adoptan nuevos paradigmas que los mueven hacia resultados objetivamente beneficiosos.
Queda la Academia, que tiene entre sus retos producir innovaciones teóricas. Es allí, en algunas facultades, donde se piensa lo social, donde se reformulan conceptos acordes precisamente a las exigencias del diagnóstico. Es allí donde teóricamente se tratan de desenredar los elementos y las relaciones que caracterizan la complejidad del sistema y también su incertidumbre.
Quizá ahí radica la principal explicación de por qué el país baila en la misma baldosa: la universidad ecuatoriana, en general, no está produciendo pensamiento. El correísmo llevó al gobierno, y en eso hizo un favor al país, la camada de intelectuales que, paridos al calor de la guerra fría, pensaron que su tarea consistía en traducir el sentir de las masas. En ser los instrumentos orgánicos del poder revolucionario que Antonio Gramsci teorizó. Esos intelectuales no pensaban: fueron los parlantes del caudillo, los evangelistas del Sumak kawsay, los panegiristas de las dictaduras cubana y chavista y del socialismo del siglo XXI.
Frente a ellos, hay otros intelectuales que, conscientes del uso del que fueron objeto sus pares, se refugiaron en sus universidades y entregaron el espacio público a los correístas. O a los economistas que se volvieron interlocutores de todos aquellos que buscaban entender la sociedad contemporánea. Las llamadas ciencias sociales están en serias deudas con el país. No han reformulado los problemas que arrastra el país; no han asumido los nuevos interrogantes que surgieron tras la caída de los grandes mitos, tras el entierro del pensamiento dicotómico que veía al mundo como un viejo ‘western’ de buenos y malos. Tampoco han dado cuerpo al nuevo perfil y rol del intelectual tras la quiebra del modelo en el cual solo era una pieza de la construcción marxista de la historia. Con H.
Sin políticos pensantes, sin prensa disruptiva, sin intelectuales productores de nuevos paradigmas… Se entiende por qué Ecuador parece disco rayado.