La fiscal no se debe sentar

Ahora que esas negociaciones (que no se cansa de desprestigiar) están en el último tramo, él quiere que el Estado, que él secuestra cuando le da la gana, le asegure que el manojo de delitos... quedarán impunes
Buena parte del país se preguntó por qué los dirigentes de la asonada de Octubre-2019 quedaron en la total impunidad. Y, claro, la respuesta automática es porque la Asamblea los amnistió el 10 de marzo pasado. Error. En los hechos, la Fiscalía arrastró los pies y los procesos de judicialización sumaron cerca de 28 meses sin arrojar resultados.
La razón, no dicha y peor aceptada, se halla en la fotografía de aquel 13 de octubre de 2019 cuando Lenín Moreno dejó sin efecto su decreto 883 y restituyó los subsidios a los combustibles. En la mesa, a su derecha, se sentaron, vencidos, todos los poderes del Estado. La Fiscalía, entre ellos. Y si no hubo persecución de delitos es porque los vencedores aplicaron una regla de oro: levantarse de la mesa solo tras haber asegurado su total impunidad.
La fotografía de junio pasado, que registra el fin del secuestro al país durante 18 días, es diferente: solo aparecen Leonidas Iza y sus aliados junto a los representantes del Ejecutivo. No está el presidente de la República. Tampoco los otros poderes del Estado. Entonces algunos pensaron, primero, que se había salvaguardado -simbólicamente- la figura presidencial de la humillación a la que se expuso Lenín Moreno. Y, segundo, que esta vez el Estado -de pronto, por qué no- haciendo prevalecer la separación de poderes, podría hacer cumplir la ley violada sin tregua por los dirigentes políticos de los movimientos sociales.
En ese escenario, faltaba introducir la figura de Francisco Jiménez, secretario de Gobierno de Guillermo Lasso, que hasta ahora no se sabe si es el portavoz del presidente en las movidas que como ministro hace por debajo de la mesa. O una suerte de submarino de la oposición que navega sin problema en las aguas del oficialismo.
Como quiera que sea, Jiménez es un hombre de paz. Esa es su obsesión. Una paz a cualquier precio y de la forma que sea. Es su consigna desde aquel 22 de abril de 2021 cuando, apenas posesionado como asambleísta de CREO, señaló, en La Posta, que su bancada podría negociar indultos para los correístas presos o prófugos. Todo a nombre de la estabilidad institucional.
La semana pasada, el 14, Jiménez repitió la proeza. Y refiriéndose al pedido de la Conaie para que la Fiscalía General del Estado se siente en la Mesa de Seguridad, el ministro de Gobierno, se pasó del lado de aquellos que, con su aquiescencia, pusieron de rodillas al Gobierno y al país en junio pasado. Lo hizo con naturalidad, tras operar un giro retórico; ejercicio en el cual es experto.
Que sí dijo, en suma. Que él exhorta a las instituciones de Justicia, a la Fiscalía en particular, a enviar delegados para que “oficialmente la mesa pueda continuar y desarrollar su trabajo”. ¿Hay que tener PhD en sapiencia para adivinar para qué quiere Iza que se siente a su lado la fiscal o sus delegados? Ahora que esas negociaciones (que no se cansa de desprestigiar) están en el último tramo, él quiere que el Estado, que él secuestra cuando le da la gana, le asegure que el manojo de delitos que cometieron -él, sus aliados y sus huestes- quedarán impunes. Y Jiménez, servidor no del sistema democrático sino de aquellos que lo quieren destruir, lo apoya. Como si no hubiera leído una sola página del libro de Iza que, fiel a su ideario, prosigue su obra revolucionaria.
La Fiscalía, dirigida por Diana Salazar, ha convertido la autonomía en aspiración institucional. Ojalá la aplique. No tiene por qué sentarse con aquellos que, según Iza, deben violentar al Estado hasta demolerlo. Ojalá la fiscal pague la deuda que tiene con el país desde Octubre-2019.