Hervas es Peter Pan
Hervas era un hombre feliz que pasaba de agache. Con frases manidas y lugares comunes pretendió explicar cómo él se trepó, muchas veces, en el avión presidencial y, junto a Rafael Correa, visitó Japón, China, Corea, Alemania, Italia…’.
Xavier Hervas ya no hace tiktoks. Ya no llega en patineta ni se disfraza de viuda. Ahora ante la cámara luce tenso, ceño fruncido, ojeras pronunciadas y un aire de preocupación insoslayable. No es para menos: está en un mano a mano con el presidente de la República.
Aún así no se percata de que las palabras, que le han servido para justificar lo imposible, no sirven para disimular los montos pírricos de su declaración de renta. No vislumbra que con esos montos, que él paga siendo dueño de cinco empresas, cualquier ciudadano de clase media puede creerse millonario.
Hervas era un hombre feliz que pasaba de agache. Con frases manidas y lugares comunes pretendió explicar cómo él se trepó, muchas veces, en el avión presidencial y, junto a Rafael Correa, visitó Japón, China, Corea, Alemania, Italia, Bielorrusia, Rusia… A los pocos que le preguntaron por esa relación privilegiada respondió -sin inmutarse- que había viajado buscando mercados para sus empresas. Como si cualquier empresario pudiera imitarlo. Como si todo aquello fuera normal.
Bueno, normal también le pareció haber solapado, durante años, las políticas, raterías y atentados a las libertades por parte de Correa y haber cerrado convenientemente la boca. Normal también le pareció haber simulado críticas -como candidato presidencial de la Izquierda Democrática- contra el caudillo autoritario al que agradecía por las guitarreadas que animaban esos largos viajes de negocios personales en el avión presidencial.
Hervas tiene, entonces, mucho entrenamiento para recitar, como actor profesional, el discurso de ocasión con el lenguaje visual o sonoro requerido. Lo hizo el fin de semana para decir que el presidente lo acusa insidiosa e injustamente de no pagar impuestos. Y como su honor tiene un alto precio dijo, para defenderlo, que lo iba a enjuiciar penalmente. Al día siguiente en Teleamazonas esa promesa desapareció. Y en su último video solo dijo deseaba que a nadie pasara por lo que él está viviendo…
El mar de palabras ya no le sirve: hay cifras, un país que hace cuentas y un presidente que pidió, en una carta al SRI, que lo investiguen porque hay inconsistencias entre los montos pírricos de sus declaraciones de renta y aquellos de los impuestos a la salida de capitales. Podría haber defraudación.
Esos datos y el peso de la Presidencia tienen a Hervas contra la pared. Sus videos, con ese tono quejumbroso, con ese aliento de pastor de almas que trata a sus conciudadanos de “hermanas y hermanos”, le servirán de bien poco. De hecho, han agravado su caso, como es notorio en las redes sociales. Y las explicaciones que da están lejos de atenuar su papel en la negativa de la ID de votar a favor de la Ley de Inversiones.
Hervas, para lavarse las manos, juega a confundir lo que es liderar una organización política y el síndrome de Peter Pan: ser irresponsable. Dice que no vota ni es asambleísta. Y dice que su partido es democrático para no asumir lo que hace su bancada en la Asamblea. En suma, se describe como esos líderes que para probar sus dotes de mando prefieren ir detrás de sus partidarios.
En esas condiciones, cualquiera puede preguntarse qué hace como líder de un partido cuyos asambleístas votan mirando el mundo por un retrovisor. Porque la ID con Hervas, votó por las amnistías de aquellos que atentaron, en particular, contra Quito y sus habitantes. Votó contra una ley que buscaba atraer inversiones y crear empleo. Y, cuando se habló de una nueva ley laboral, hizo saber que no votaría por ella. Él prefiere el código laboral de 1938…
Ese es Hervas. Y podría ser un día presidente.