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Iza solo es el último aparecido

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Leonidas Iza no es una excepción: es el más reciente político que cree que, sin haberse presentado a las elecciones, puede gobernar erigiéndose ante sí como el ungido del pueblo

Ecuador no cesa de innovar. Uno de sus aportes en la ciencia política, fácilmente documentable, es la certeza que tienen algunos actores políticos de que es innecesario ganar elecciones para gobernar. El ejemplo paradigmático en este momento es Leonidas Iza pero, por supuesto, que repasando la historia reciente, está lejos de ser el único.

En su caso, antes de ser elegido presidente de la Conaie, ya había hecho exigencias al presidente de la República que, bien miradas, fueron formuladas como ultimátums. La semana pasada -ahora ya elegido con el voto de 821 delegados al VII Congreso de esa organización-, las repitió ante los medios de comunicación: derogar los tres decretos que hay sobre el precio de los combustibles y conminar, se entiende, al sistema financiero a declarar una moratoria durante un año para que la gente rehaga su economía. Esto para empezar.

Nadie ignora que Iza tiene derecho a hacer pedidos y a esperar que el Gobierno los considere. Es una expectativa legítima en el sistema democrático. Lo que es totalmente disfuncional es creer que él, por ser el presidente de la Conaie y tener capacidad de movilización, puede poner al primer mandatario y al país ante la amenaza de repetir las jornadas aciagas de octubre-2019. Por supuesto que Iza no lo dice de forma tan directa. También él ha aprendido a ser eufemístico.

Ahora dice que el pueblo hará oír su voz. Que el poder público se sostiene en la soberanía del pueblo, como se lee en la Constitución; lo cual cabe descomponer así: si el pueblo manda, el Ejecutivo debe obedecer. La Conaie representa al pueblo y él es la voz de la Conaie. Ergo, el Ejecutivo tiene que obedecer lo que él exige.

¿Y qué es lo que él exige? Son mandatos de las bases; no ideas suyas. Y él, que no tiene afanes desestabilizadores, sí tiene la obligación de tomar decisiones frente a realidades que son insostenibles. Ese tinglado retórico le permite solapar que su meta, como revolucionario profesional, es provocar escenarios como el de octubre-2019. Según él, hay necesidades y si no le hacen caso aquello se acumula y si revienta pues será fruto de la realidad, no de lo que él diga. Es decir, si hay otro octubre-2019 será obra de la sordera del poder. Iza nunca dirá que parte de su trabajo es agudizar las contradicciones y calentar el ambiente social para minar el sistema en el cual no cree.

En su lógica, el dirigente indígena está convencido de que él puede autoproclamarse representante de los intereses legítimos del pueblo y convertir sus reivindicaciones en ultimátum ante el Ejecutivo. La conclusión se impone: él puede gobernar sin haber ganado la elección presidencial. En su retiro, también León Febres-Cordero creyó que podía gobernar desde El Cortijo. Y, en efecto, lo hizo. Y su partido, el socialcristianismo, se acostumbró a gobernar desde la Asamblea. Las cámaras del país igualmente han cultivado la convicción de que pueden cogobernar desde sus directorios. Y el propio Rafael Correa quiso gobernar usando a Lenín Moreno como intermediario.

El sistema es disfuncional porque sus actores no respetan roles ni plazos. Pierden elecciones y no asumen el estatus que les otorgan los electores. Se retiran, pero no se van. No admiten que si sus propuestas no ganan mayoritariamente, las urnas les imponen un paseo por el desierto. En vez de aceptarlo, complotan o calientan las calles para doblegar al gobierno de turno. O para botarlo.

Leonidas Iza no es una excepción: es el más reciente político que cree que, sin haberse presentado a las elecciones, puede gobernar erigiéndose ante sí como el ungido del pueblo.