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¿Por qué Nebot se va, pero se queda?

Avatar del José Hernández

"Es un juego astuto que le permite, en caso de ganar la consulta, tener los mandatos a su disposición sin tener obligación alguna con ese país caótico y fragmentado del cual no se quiso hacer cargo"

Jaime Nebot se despidió. Salió por un puerta y entró por otra. Todo en 16 minutos. Se fue y se quedó. No será candidato presidencial pero emprende una acción que, según lo que ha explicado, es para él -se entiende que también para el país- una acción más importante que la de ser presidente de la República: lograr que los ciudadanos lleguen por primera vez al poder. Tener ciudadanos empoderados que pasarán por encima de partidos y capillas ideológicas. Ciudadanos que impondrán su voluntad al próximo presidente y a los próximos asambleístas. No podrán decir ni pío. Es lo que dijo.

Nebot necesitaba algo así, perturbador y grandilocuente, para renunciar al reto mayor de su carrera política: ganar una elección presidencial. Es una decisión penosa, para él y sus seguidores, que el líder socialcristiano quiso almibarar diciendo que desiste de participar en la carrera presidencial, a pesar de que encabeza las encuestas serias. No dijo cuáles. Ni las mostró. En realidad, las cifras no le aseguraban la victoria. A nadie por ahora. La elección 2021 será una lid abierta, con más de una decena de candidatos, en un país fragmentado y un horizonte económico y social casi explosivo. En ese panorama Nebot decidió poner fin a su carrera política. No así a su vocación política. Y es ahí, en esa otra puerta que acaba de abrir, que llueven los interrogantes.

¿Por qué Jaime Nebot se va, pero se queda? La pregunta cubre dos frentes. El interno y, luego, el de su protagonismo político ante la sociedad; pero ahora sin perspectivas electorales. Puertas adentro, Nebot sigue el modelo de León Febres-Cordero. Retirado de la brega electoral, el expresidente mantuvo el control del Partido Social Cristiano y siguió siendo un actor político desde El Cortijo. Nunca disimuló la influencia y presión que ejercía sobre los gobiernos de turno -muchos hablaron de sometimiento- mediante sus diputados y sus nexos con los jueces y, en particular, con magistrados de la Corte Suprema de Justicia.

Nebot sigue siendo la figura central del socialcristianismo. Él será quien señale el candidato que competirá en la elección presidencial y dará su aval a las listas para asambleístas. Es decir, no hay relevo en el PSC y su peso específico seguirá taponando la aparición de cuadros con legítimas aspiraciones de sustituirlo. Problema complementario: Nebot se queda y se queda con su agenda, su historia, sus aciertos y sus amigos, su estrategia y sus tiempos y también con sus inquinas personales. No habrá relevo ni habrá cambio de estilo y de formas de concebir y hacer política en el Partido Social Cristiano.

Puertas afuera, el rol que piensa jugar Nebot es ambivalente. La consulta popular, cuyas preguntas someterá a la Corte Constitucional en un par de semanas, parecen resumir los ejes de una visión que rehúsa llevar ante los electores en la lid presidencial. Es un juego astuto que le permite, en caso de ganar la consulta, tener los mandatos a su disposición sin tener obligación alguna con ese país caótico y fragmentado del cual no se quiso hacer cargo. A Nebot esto lo puede convertir en un francotirador sin tregua y al próximo gobierno en su rehén.

La consulta genera leyes, pero no resuelve los problemas culturales y políticos que explican las enormes disonancias en las cuales está empantanado el país. Superarlas es parte de la tarea política en la cual -se debe entender- ha fracasado Jaime Nebot y el resto de la sociedad política. Por eso ahora quiere crear una nueva camisa de fuerza que otros deben administrar. Ahora no desde El Cortijo: desde la Isla Mocolí.