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El país arde y Nebot de vacaciones

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Preguntar dónde están ellos no pretende subrayar su ausencia cobarde: solo enfatizar un comportamiento ya tradicional en el país político’.

¿Dónde está Jaime Nebot? ¿Dónde están los dirigentes socialcristianos como Alfredo Serrano? ¿Dónde están cuando se intenta otro golpe de Estado en el país? Miren sus redes sociales: están de vacaciones. No es una curiosidad: hace parte del tinglado previsto para ocasiones como esta.

Preguntar dónde están ellos no pretende subrayar su ausencia cobarde: solo enfatizar un comportamiento ya tradicional en el país político. Los dirigentes más avezados saben, porque esa variable está en su libreto, que la democracia -endeble e imperfecta que ellos mismos han modelado- depende del factor-indígena. Lo saben porque los han usado. Porque han tumbado gobiernos disponiendo de ese sector como fuerza de choque. Desde Guayaquil -y cuando no los han necesitado- ha sido cómodo y muy conveniente pedirles que se queden en los páramos. Pero cuando son necesarios para estrategias inconfesables ante las cámaras, resulta más cómodo y más conveniente irse de vacaciones y poner a circular comunicados desabridos que pueden aparecer en cualquier momento.

Los socialcristianos no son los únicos políticos en el país capaces de conjugar democracia con golpes de Estado. La sociedad política, en general, no sabe qué hacer con el factor-indígena. Es apenas obvio que ese sector y los más pobres del país, requieren una atención estructural y sostenida; una suerte de plan Marshall. Pero como los pobres producen votos, y como los pobres de los páramos (como se dice en el PSC) también tienen sus populistas, pues siguen en las mismas condiciones que todos los pobres que son clientela de algún salvador supremo. Entre populistas no se pisan la manguera.

El resultado está sobre la mesa de la actualidad nacional: el populista mayor de los pobres de los páramos (Leonidas Iza), usa su fuerza de choque para avanzar su proyecto político “comunista indoamericano”, como él mismo lo llama. Por supuesto, él actúa a nombre de los pobres del país y se cobija bajo el derecho a la resistencia que otorga la Constitución de Montecristi.

Ni Jaime Nebot ni Alfredo Serrano dirán la única verdad posible en este caso: Iza actúa como un dictador con ejército propio. No lo dicen, pero tendrían que hacerlo si fueran fieles a la doctrina más precaria de lo que es la democracia. Porque vamos a ver: Iza no pone a consideración del Ejecutivo reivindicaciones sociales para que las evalué y, eventualmente, las acoja. Lo conmina a que dé paso a sus exigencias y lo haga en los términos y fechas que él fija. No usa las herramientas legales que están a su disposición: el debate público, recurrir a la Asamblea y, claro, también llevar a sus seguidores a la calle, según lo estipula la ley.

Iza toma de rehén a parte del país. Lo bloquea. Su gente violenta empresas y fincas agrícolas. Obliga al comercio en sus zonas a cerrar las puertas. Intimida y extorsiona ciudadanos. Multiplica la violencia y quiere sitiar a Quito. Esos no son derechos; son actos terroristas. ¿Lo dicen Nebot y otros dirigentes políticos? No. Lo solapan. Y no dicen que si Guillermo Lasso, presionado por las circunstancias, cediera ante esa ola terrorista, su estatus presidencial mutaría en marioneta del nuevo dictador de turno: Leonidas Iza. ¿Para qué sirven, entonces, las elecciones?

Esto es macabro para el país. Es el resultado inevitable de este concurso populista en el cual Iza resultó maestro de ceremonia, pues ahora él, en vez de prestar a sus pobres, los usa para su propio proyecto. Este es el resultado predecible de creer que la democracia se puede barajar con golpes de Estado. Por eso cuando se intentan, algunos se van de vacaciones.