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Y el prófugo se fue a volver

Avatar del José Hernández

Ellos son el resultado de la visión genial de Rafael Correa, erigido ya no en caudillo sino en redentor. El culto de la personalidad empieza por el autobombo indecoroso que se hace el prófugo

‘Se fue a volver’ es el autorretrato más reciente que se ha tallado el correísmo. Es un documental hecho por un canal mexicano en el que intervienen siete correístas (Viviana Bonilla, Gabriela Rivadeneira, Fernando Alvarado, Soledad Buendía, Ricardo Patiño, Galo Mora y Edwin Jarrín) y Rafael Correa. Es decir, exilados y fugitivos, en casos, por delincuentes.

El correísmo librado a sí mismo es una maquinaria que produce medias verdades, sofismas, falacias, muchas mentiras. Se supone que eso es el credo para sus seguidores. Pero no: sus militantes y hasta sus altos cuadros las creen. Las repiten. Las han convertido en un ideario religioso que sorprende en militantes que dicen tener formación marxista.

Esto hace de los correístas, como se ve en ese documental que dura 95 minutos, un grupo fanático petrificado en el tiempo. Nostálgico de la década pasada en el poder que vuelve totalmente esterilizada en su discurso. Ellos no son lo que hicieron. Son lo que dijeron ser. Solo eso: seres superiores, dechados de virtudes, apóstoles de la justicia social, políticos ávidos de proveer prosperidad para todos. Por eso los persiguen. Por querer evitar que unos pocos acumulen toda la riqueza. Por querer dar educación y salud a la mayoría.

El correísmo librado a sí mismo es la maquinaria revisionista más completa que ha fabricado la política ecuatoriana: licúa todo. Hasta su propia historia. Hay que oírlos. Ellos no son el producto de un momento histórico de vacío político y de liderazgo. No. Ellos son el resultado de la visión genial de Rafael Correa, erigido ya no en caudillo sino en redentor. El culto de la personalidad empieza por el autobombo indecoroso que se hace el prófugo. Y lo condensa Buendía cuando dice que el correísmo sin él, es como café sin cafeína.

Confesión no pedida, pero que se agradece, de la miseria de un proyecto político circunscrito a la agenda de un prófugo que mira hacia atrás, incapaz siquiera de aprender de sus delitos y desafueros. No los hay. Nunca los hubo. En ese capítulo, los siete correístas y su líder son hojas en blanco. No hubo robos. Ni contratos amañados. Ni tropelías. No hubo Pativideos. Ni muertes sospechosas. Ni droga despachada desde la Cancillería. No hubo deudas desmesuradas. Ni derroche con dinero público. Ni obras mal construidas. No hubo perseguidos. Ni metida de mano en la Justicia. Ahora los aduladores irredentos de Correa son todos defensores de los derechos humanos. Los suyos. Sus opositores no los merecen. No hay una excusa, una pizca de arrepentimiento.

Ellos son los elegidos de una Historia, sí con mayúscula, lineal y progresiva que empieza con ellos y debe continuar con ellos. Historia sin retorno, sin alternancia, sin la derecha y, por supuesto, sin prensa libre. “Nuestros adversarios no solo son los partidos de derecha sino los medios -dice Correa en el documental-. Y mientras exista eso, no habrá verdadera democracia”.

Ellos son el pueblo, la historia, la verdad y la democracia. No solo eso: son también sus guardianes. Y sin ellos el país no tendrá rumbo ni progreso ni justicia ni dignidad. Y cuando se dice ellos hay que entender él -Correa- y sus devotos. Haciendo lo que él dice. Evitando traidores como Lenín Moreno, que se negó a cumplir lo que Correa dejó incluso por escrito. Por eso lo arrastran durante casi 20 minutos.

‘Se fue a volver’ es una pieza patética de lo que implica convertir la política en un acto de fe religiosa. Del daño irreparable que produce la visión autoritaria en militantes que se creen predestinados a llevar a sus conciudadanos a su paraíso. Al precio que sea.