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¿Rudo como con Vera, presidente?

Avatar del José Hernández

El error del Gobierno es haber aceptado que los dirigentes indígenas lleguen a la mesa con pedidos que tenían todo que ver con su programa político y muy poco con las necesidades reales de sus comunidades’.

¿Qué queda de la entrevista de Carlos Vera al presidente de la República, además de algunas noticias? Quizá la actitud de Guillermo Lasso. No ese aire burlón y profesoral que tuvo con Vera, que bien podría ser asimilado a un arreglo de cuentas. No eso. Sí el talante que mostró para definir posturas como primer mandatario y el porte de líder que dio la impresión de haber recuperado.

Si esa fue la percepción que Lasso quiso anclar en la opinión, la tarea está hecha y muchos, en redes sociales, lo destacaron. Pero una cosa es estar ante una cámara y, otra, encarar la realidad nacional. Vera apechugó porque su apuesta era tener sentado a Lasso durante dos horas respondiendo preguntas. Lo logró y lo hizo saber. La realidad es, en cambio, un terreno minado. En él, el presidente plantó una vara alta que tendrá que saltar de ahora en adelante si quiere refrendar la percepción que creó: la de un mandatario empoderado y decidido.

El mandatario se volvió a echar al hombro el gobierno en su conjunto. Por lo que se oyó, no necesita apretar clavijas en su equipo. Ni pedir al Secretario de la Administración que mejore los resultados de su gestión. Tampoco que sus ministros resuelvan a tiempo deficiencias como las que son recurrentemente denunciadas: con énfasis en salud y en el Registro Civil. Según el presidente todo estriba en un problema de mera comunicación. Ahora, entonces, Andrés Seminario, nuevo secretario de Comunicación, hará que el Ejecutivo brille con luz propia.

¿Así de sencillo? A Seminario le costará muelas acompasar la realidad administrativa y política con el perfil que se talló el mandatario en la entrevista con Vera. Es claro, para empezar, que los resultados de las mesas de diálogo con los dirigentes indígenas, no van en ese sentido.

El entusiasmo de Francisco Jiménez, ministro de Gobierno, que promociona 218 acuerdos con los dirigentes indígenas, podría inclusive convertirse en búmeran para Lasso. Por varias razones. Leonidas Iza, presidente de la Conaie, apenas reconoce tibios avances. Desconoce las concesiones hechas por el Ejecutivo y en la clausura oficial, tras los 90 días de diálogos, amenazó, si no le dan gusto, con volver a paralizar el país como ocurrió en octubre-2019 y junio pasado.

Los hechos dicen que el Gobierno no sabe -o quiere ignorar- quién es su interlocutor. Y que su política de ceder, quizá pensando en ganar tiempo, es absolutamente equivocada. Iza nunca reconocerá concesión alguna porque es un revolucionario comunista (dicho por él) y porque su planteamiento estratégico consiste en secuestrar el país y, bajo amenaza, obtener en la mesa, lo que es incapaz de lograr en las urnas.

El error del Gobierno es haber aceptado que los dirigentes indígenas lleguen a la mesa con pedidos que tenían todo que ver con su programa político y muy poco con las necesidades reales de sus comunidades. Ese error de bulto lo reconoce, sin decirlo, el ministro de Gobierno al afirmar que, al inicio, solo había 10 demandas y que ahora él cuenta 218 acuerdos…

Jiménez no solo se equivoca. No oye. No reaccionó cuando Iza, que habló antes que él en la ceremonia de clausura, se refirió a la violencia como partera de la historia. ¿Qué dijo? Que “siempre los pasos para la transformación van a ser dolorosos”. Y que tras esos procesos dolorosos hay respuestas y un sueño: transformar este Estado colonial donde una clase social piensa que “puede seguir gobernando a cierta clase”. ¿Más claro?

Jiménez jugó el papel de ingenuo en esas mesas y cedió lo indecible a nombre del Estado. Y el presidente no se puso, que se sepa, tan rudo como con Vera.