Señor Nebot, ¿cuál es su línea roja?

Y siguen creyendo que la política se limita a la suma y resta de votos en la Asamblea. O a sus movidas mezquinas.
No hay casualidades. El comunicado que publicó la mayoría política de la Asamblea antes de irse de vacaciones resume, con creces, lo que es y quiere. Su título es revelador: “Denunciamos intento de golpe de Estado y la ruptura del estado constitucional de derecho en Ecuador”. El delirio es un derecho que, por lo visto, tiene fila de adeptos en esa mayoría que pedalea en el vacío.
Ya no importan los escándalos. Los diezmos, el tráfico de influencias, los asambleístas con expediente en la Fiscalía. No importa el show miserable de comisiones inquisitoriales, montadas por esa mayoría para fabricar informes de vergüenza destinados a perseguir opositores. O al presidente.
No importa el show de estúpidas y estúpidos (porque para identificar las cosas hay que llamarlas por el nombre) que dicen cualquier cosa, en cualquier momento y en la comisión que sea. O en el Pleno. Asambleístas de esa mayoría.
No importa que alguno de sus miembros se autoinculpe o reconozca pertenecer a una banda, como hizo Ronny Aleaga. O se meta en piscinas ajenas con presuntos delincuentes, pida y consiga que condecoren a marinos que, luego, resultan apresados como parte del cuerpo de seguridad de un narcotraficante.
Esta mayoría está cómoda en ese ambiente. Pierde el tiempo y monta casos contra críticos suyos como Fernando Villavicencio. Se victimiza e inventa carpetas de “violencia de género” allí donde solo hay críticas a su estupidez. Redacta comunicados, como el de este fin de año, que parecen sacados de un manual barato de surrealismo o de un libreto de una mala película de ciencia ficción. Claro, esto además de complotar y de buscar impunidad sin tregua.
El comunicado los retrata. Es una prueba no solicitada, en tiempo real, de la decadencia de algunas de las siglas políticas viejas o recientes del país. Que Correa esté en esto -un político que nunca maduró y nada sano aprende- no sorprende. Que Virgilio Saquicela -un bailarín oportunista y cínico- coordine el circo, cae en los límites de lo posible. Que Jaime Nebot acepte hacer parte de esa mayoría que ni siquiera investiga alertas o evidencias de vínculos con el narcotráfico producido por su socio político, sorprende. Se dirá que Nebot también ha frecuentado alguno de los nueve círculos del infierno de Dante. Pero era dable pensar que el narcotráfico constituía una línea roja para su partido. En la Asamblea, ese límite no se nota.
La decadencia que sintetiza ese comunicado no es solo de actitudes y posiciones. Es política y conceptual: la contemporaneidad no existe. El socialcristianismo todavía acaricia modelos teóricos de hace 25 años y celebra la notarización de algún documento en el cual se oponía al aumento de impuestos. ¿Dónde están sus teóricos? ¿Dónde están los de la ID? Y así se puede proseguir hasta llegar a CREO.
Los políticos del país no piensan. Y si lo hacen, se esfuerzan en ocultarlo. No hay producción de textos donde se vea cómo cotejan el mundo con la realidad nacional. Son simplones porque rehúyen la complejidad; rasgo ineludible del presente. Y siguen creyendo que la política se limita a la suma y resta de votos en la Asamblea. O a sus movidas mezquinas.
Y como pasan sus días complotando, fabricando informes para asesinar políticamente a sus adversarios, buscando cómo controlar jueces que, a su vez, solaparán sus fechorías o redactando comunicados ficticios, pues la política no saldrá del pozo miserable en que se halla. Ese culto al vacío, a la inestabilidad institucional que produce inseguridad de todo tipo y pobreza.
Nebot es actor estelar de esa realidad política que borró las líneas rojas.