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El show patético de 18 binomios

Avatar del José Hernández

"Si los ciudadanos y los medios de comunicación exigieran los mínimos necesarios para el cargo pretendido, el espectáculo grotesco de estos 18 binomios no tendría lugar"

No hay papeleta para tanta gente: este domingo, cuando se cerró el período de elecciones primarias en partidos y movimientos, se inscribieron 18 binomios que aspiran a la Presidencia de la República. Una absoluta anomalía en un país de 17 millones de habitantes donde, según el padrón electoral aprobado por el CNE este 18 de agosto, votarán 13 millones de electores.

Por eso se espera que a partir de hoy, que se abre la etapa de alianzas hasta el 3 de septiembre, esa lista se encoja en forma espectacular. No es dable, no es responsable, no es sensato proponer a los ciudadanos una papeleta con tantos nombres. El problema no es el número: una elección supone, para el elector, la necesidad de comparar, evaluar y seleccionar. Más aún en una elección cuyo objetivo es entregar, durante cuatro años, a una persona y a su equipo el cargo que faculta a tomar las decisiones más trascendentales para el país y sus habitantes.

Elegir incluye, entonces, identificar plenamente a los candidatos, revisar su trayectoria, comprobar sus compromisos con los valores democráticos y republicanos, investigar sus vidas y la procedencia de su patrimonio, examinar sus deberes con el fisco, analizar sus programas de gobierno, oírles, cotejar sus propuestas con la realidad y con las de los otros candidatos, estudiar su viabilidad, revisar su presupuesto, inspeccionar a sus equipos de gobierno… y, claro, ponerlos a debatir.

Ese ejercicio toma tiempo y es física y logísticamente imposible si en vez de tres o cuatro candidatos hay una letanía. Y este ejercicio, que debe ser hecho por los medios de comunicación y por los ciudadanos si no quieren que les metan gato por liebre, empieza por ponderar si aquellos que aspiran a estar en la papeleta merecerían estar allí o no.

Es apenas obvio que, como en toda competencia, el perfil de los candidatos a la Presidencia de la República conlleva atributos peculiares e inherentes a las funciones del cargo. Tan característicos que si los electores los exigieran, evitarían este espectáculo patético de tener 18 binomios presidenciales. No se trata de negar el derecho a participar. Se trata de exigir condiciones mínimas para participar. ¿Tiene derecho un pastor a correr por la Presidencia? Sí. Pero ese cargo no es para personas dedicadas a la teología. No califica. Además, el Estado es laico.

Tampoco es para personas desconocidas que, apenas designadas, obligan al ciudadano a correr donde el señor Google para saber quiénes son y qué han hecho. ¿Podría un atleta desconocido inscribirse en los juegos olímpicos? No. Debe haber competido en muchas pruebas y ganado. ¿Por qué la Presidencia es considerada, por algunos, como el inicio de su carrera y no como el cargo icónico que la consagra?

Los políticos, como es público y notorio, tienen a veces los ojos más grandes que el estómago. Los ciudadanos tienen que obligarlos a usar el sentido de la realidad. ¿Qué hace pensar a algunos que si no los han elegido en una ciudad o en una provincia, su siguiente paso es ser candidato a la Presidencia? ¿Por qué los ciudadanos toleran que ciertos políticos usen la papeleta presidencial para salvar siglas partidistas que son, en muchos casos, meros clubes de amigos? Peor: ¿qué sentido de la Presidencia (y de la política) tienen algunos, incluyendo a expresidentes como Bucaram y Correa, que pretenden hacer creer que ser reo de la justicia es un requisito más para ser candidato?

Si los ciudadanos y los medios de comunicación exigieran los mínimos necesarios para el cargo pretendido, el espectáculo grotesco de estos 18 binomios no tendría lugar.