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Jorge Luis Jalil | Empezar de cero

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Para ganar, la campaña de Daniel Noboa necesita capitalizar el ímpetu de la primera vuelta

Es fácil criticar una campaña cuando los resultados ya están sobre la mesa. Con el beneficio de la retrospectiva, los opinólogos desmenuzan cada movimiento como si la solución hubiera sido de lo más sencilla, pero las campañas son batallas en tiempo real, con datos cambiantes y decisiones que deben tomarse al andar.

En ese contexto, la estrategia de Daniel Noboa de proyectar un triunfo en primera vuelta tenía lógica. Los estudios mostraban que una abrumadora mayoría de ecuatorianos quería evitar una segunda vuelta, y su campaña tenía que posicionarse como la única capaz de lograrlo.

Aun así, la primera vuelta dejó un hito inédito en la política ecuatoriana reciente: por primera vez desde que Rafael Correa irrumpió en la palestra, el correísmo no quedó primero. Este dato es fundamental porque demuestra que el país ya no está atado a las dinámicas del pasado y que el electorado está más abierto a una nueva opción.

El resultado en la Asamblea es otro punto a favor de ADN. En comparación con la elección pasada, el movimiento de Noboa salió fortalecido, obteniendo una bancada más numerosa que le permitirá mayor estabilidad en un eventual segundo mandato.

Ahora Daniel Noboa enfrenta un reto claro: no necesita endosos de políticos tradicionales, sino conquistar el voto nulo y el de los candidatos que quedaron fuera de la contienda. Para ello puede enfocarse en dos estrategias: primero, apelar a los votantes descontentos con el correísmo y los partidos tradicionales, reforzando su imagen como la nueva política. Segundo, abordar de manera directa a quienes anularon su voto, demostrando que su gobierno ha sido imperfecto, pero que con más tiempo puede consolidar avances y va camino a hacerlo.

Para lograrlo su campaña debe operar como si comenzara de nuevo, enfocándose en la esperanza, el futuro y el deseo de los ecuatorianos de días mejores.

Para ganar, la campaña de Daniel Noboa necesita capitalizar el ímpetu de la primera vuelta, conectar emocionalmente con los votantes y convencerlos de que, pese a las dificultades, su opción sigue siendo la mejor para el futuro del Ecuador.