Juan Carlos Díaz Granados: Votar sin vuelta atrás

El socialismo del siglo XXI no cree en democracia real. Basta con ver cómo impulsan prácticas como fotografiar el voto
El próximo 13 de abril no vamos solo a elegir a una persona, sino a un modelo de país. Dos visiones de futuro estarán en juego. Una de ellas ya la vivimos: estatismo, poder concentrado, corrupción sistemática, incautaciones, censura, persecución judicial y alianzas con dictaduras extranjeras, que son especialmente castigadas con aranceles más altos por parte de Estados Unidos, un socio comercial vital para nuestro país. La otra, aunque imperfecta, respeta la alternancia, promueve la libertad, el emprendimiento y abre las puertas al mundo.
Elegir mal esta vez puede salirnos carísimo. Hay modelos que, una vez instalados, no permiten corregir el rumbo. Los que hoy prometen futuro ya gobernaron, y lo hicieron para sí mismos, no para los ecuatorianos. Usaron el poder para enriquecerse, cooptar instituciones y blindarse. No lo ocultan: su admiración por regímenes como el cubano o el venezolano es pública. Pero, ¿cuántos migran hacia allá? ¿No huyen más bien de esos países en los que la moneda nacional no sirve?
El socialismo del siglo XXI no cree en democracia real. Basta con ver cómo impulsan prácticas como fotografiar el voto, mecanismo de coacción importado de regímenes autoritarios. No respetan la institucionalidad ni la dignidad del cargo que buscan. Usan el insulto, la amenaza, la compra de conciencias y la manipulación de necesidades.
La otra opción puede no tener todas las respuestas, pero garantiza algo esencial: si no cumple, podemos cambiar. Porque su lógica no es perpetuarse, sino administrar. Busca la libertad, abrir mercados, fortalecer relaciones con países desarrollados, crear empleo y mantener la dolarización, que ha sido el escudo para mantener el poder adquisitivo de los más vulnerables.
Ya vivimos lo que significa retroceder. No repitamos errores. No entreguemos el país a quienes ven en la pobreza una herramienta de control. La historia ya nos dio ejemplos claros: cuando cayó el Muro de Berlín por el peso de la realidad, todos corrieron hacia la libertad. ¿Vamos a ignorar esa lección?
Todavía estamos a tiempo de elegir un camino que no nos encierre para siempre.