Juan Carlos Holguín | Canallas a tiempo completo
Un expresidente que boicotea a su propio pueblo se convierte en traidor a su patria
Hay que decir las cosas como son: Rafael Correa ha mostrado en las últimas horas ser un canalla, en toda la acepción de la palabra.
Que un expresidente pida sanciones a su propio pueblo retrata lo ruin que puede ser. Más allá de la discusión diplomática, las declaraciones que dio Correa, mencionando que el Ecuador debería tener sanciones drásticas tras los sucesos en la Embajada de México, lo convierten en un traidor con su país.
No tiene escrúpulos y esto evidencia que lo único que ha hecho desde 2017 es boicotear el desarrollo de Ecuador. Y lo hace, después de que fue su propia gente, que lo rodeó tantos años, la que volcó la historia transparentando los actos de corrupción de su propia gestión.
Correa sabe que Glas es corrupto, pues en 2017 fue su propio fiscal (que antes fue su asesor y parte de su círculo cercano), Carlos Baca Mancheno, quien vinculó al exvicepresidente en los delitos ligados a Odebrecht. No fueron Daniel Noboa o Villavicencio: fueron los suyos quienes se hartaron de la gran corrupción de Glas, de su tío o de los actos depravados de su padre.
Correa no ha parado de causar problemas diplomáticos al Ecuador. Si por él fuera, todos deben romper relaciones con su propio país. En su afán de que le vaya mal a todo gobierno, su operación transnacional (pagada con el dinero de la corrupción y en su momento del Estado) no se cansa de enviar boletines a medios internacionales para dañar la imagen de Ecuador. Canallas.
Y encontró en el camino cómplices de su ruindad: Alberto Fernández fue uno de ellos. O el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que a causa de su supuesto progresismo, se puso del lado de los prófugos y corruptos.
El conflicto diplomático entre Ecuador y México no se inició el pasado viernes. Se inició cuando López Obrador y Claudia Sheinbaum decidieron dar cabida en su país y ciudad a unos cuantos prófugos de la justicia ecuatoriana.
Y desde allí, el correísmo boicoteó hasta el tratado comercial con Ecuador. Y lo logró. Después de que el equipo de AMLO había enviado por escrito una aprobación, el presidente mexicano adujo defender a sus productores de camarón (¡en Sinaloa!).
La semana pasada, de forma canallesca y manipulado por Correa, AMLO dijo que el asesinato de Villavicencio se dio por una estrategia electoral. Miserable comentario que relativizó un magnicidio. Antes había recibido en su Embajada en Quito a un corrupto, que por entonces había sido acusado además de acoso por su propia asesora. ¡Y AMLO y Sheinbaum se llenan la boca hablando de feminismo!
Entregarle una condición de “asilado” a un sentenciado por corrupción y prófugo de la justicia como Glas, no solo fue una provocación a nuestra soberanía sino un escupitajo a la decencia y honestidad. Como lo hizo la Argentina de Alberto Fernández y Cristina Kirchner para tapar su propia corrupción.
Un ex presidente que boicotea a su propio pueblo se convierte en traidor a su patria. Un presidente en funciones como AMLO, que viola la soberanía interna de otros países protegiendo a delincuentes, es un traidor para la región.
Como me dijo un gran diplomático de carrera, a quien respeto, no se puede pasar de un templo de inmunidad, a un búnker de impunidad.