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Juan Carlos Holguín | Empezar bien para terminar bien

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Se anunciaban grandes obras, se colocaban primeras piedras o se construían los proyectos, por el baño de ego del líder

El Ecuador presenta problemas de fondo en su funcionamiento como sociedad. No se trata de un aspecto coyuntural, sino de ciertos comportamientos que requieren un análisis antropológico e histórico.

Atravesamos una crisis energética cuya causa según analistas es la falta de previsión de los últimos gobiernos. Pero cómo no esperar una crisis cuando desde inicios de siglo se han presentado escándalos en la mayoría de proyectos del sector. Solo en la etapa de la autodenominada ‘Revolución Ciudadana’, no hay un solo megaproyecto sin corrupción.

Revisando notas de prensa desde el año 2000, todos los gobiernos presentaron casos de corrupción relacionados a proveeduría de barcazas, venta de diésel, proyectos de refinerías o centrales hidroeléctricas. Nos hemos acostumbrado a los grandes anuncios y a la sobreexpectativa, pero poco hacemos por investigar el origen de los proyectos.

La clase política nos miente en la cara. Aparatos autoritarios tenían estructuras para manipular la verdad. Se anunciaban grandes obras, se colocaban primeras piedras o incluso se construían los proyectos (hoy elefantes blancos), por el baño de ego del líder de turno. Son las generaciones futuras las que pagan los platos rotos.

Encausar la recta intención en el camino es misión imposible. Cuando las cosas empiezan con mentiras o con corrupción, el resultado siempre será desastroso. Cuando elegimos funcionarios públicos sobre la base de un concurso manipulado, el resultado es la inoperancia. Cuando se eligen ministros o funcionarios por transacción política, el resultado es la corrupción. Cuando se anuncia una obra con apuro y sin transparencia, el resultado será sobreprecio y mala calidad.

Más allá de la grave crisis energética, la coyuntura nos muestra un problema repetitivo: lo que mal empieza, mal termina. Analicemos el Metro de Quito: empezó sin un estudio de demanda; cada uno de los últimos alcaldes trató de que se sea una obra suya; construyeron estaciones para inaugurarlas antes de hacer el túnel; hicieron paseos gratuitos sin tener el proyecto integral terminado.

¿El resultado? Una millonaria obra que estuvo enterrada por años; vagones sin aire acondicionado; material rodante fuera de circulación en apenas cinco meses; un proyecto que no cumple la demanda que requiere para ser sustentable.

Ahora analicemos algo más banal: los derechos de televisión del fútbol ecuatoriano. Un contrato que supuestamente cambiaría la historia del fútbol; una Liga Profesional que tendría nuevas prácticas. Pero nunca hubo una licitación por los derechos de transmisión. Se entregó a dedo un contrato. ¿El resultado? El fútbol hoy vive una nueva crisis.

El Ecuador no logra cambiar estas prácticas en muchos sectores y el daño que esto causa a nuestra sociedad es irreversible. Sea el Metro de Quito, el caso de la compra irregular del Hotel Quito por parte de una empresa china, o los derechos del fútbol, debemos modificar las prácticas.

Necesitamos funcionarios e instituciones ejemplares en cualquier sector. Cuando la vanidad es más grande que la voluntad, ninguna obra sale bien y los problemas se sienten en el presente. La ejemplaridad tiene a la verdad y a las buenas prácticas como su única base.