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Juan Carlos Holguín: Fraternidad para salvar al mundo…y al Ecuador

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Quienes hemos tenido la posibilidad de ser parte de un gobierno, constatamos que aún no logramos una unidad nacional

Se realiza en Ecuador el Congreso Eucarístico Internacional, uno de los eventos más importantes de la Iglesia católica a nivel global y cuya sede concedió el papa Francisco a nuestro país considerando entre otras razones que fue el primer país consagrado al Corazón de Jesús y de María, y el primero que organizó un Congreso Eucarístico Nacional del Mundo en el año 1886.

La idea de consagrar públicamente el Ecuador le había sido sugerida al presidente Gabriel García Moreno por el padre Manuel Proaño, director nacional del Apostolado de la Oración. En una respuesta de las misivas que cruzaron estos dos personajes, el expresidente le dice: “¿y será el Ecuador una ofrenda digna del corazón del Hombre-Dios? ¿Reina la justicia en el foro, la paz en las familias, la unidad en los ciudadanos, el fervor en los templos?”

Estas preguntas nos trasladan a la actualidad y es necesario reflexionar sobre el estado de la fraternidad en nuestra sociedad: ¿es el Ecuador, en el que nos encontramos hoy, una ofrenda digna del corazón del Hombre Dios? ¿Reina aquí la justicia, la paz, la unidad entre los hermanos?

La respuesta es sí, pero con algunos matices. La depredación política ha sido parte de la historia del Ecuador. El péndulo ya no es ideológico sino entre oficialismo y oposición. Y la forma de hacer oposición, que utiliza la depredación política como un arma eficaz, hace más fácil la captación del poder. Si sumamos las redes sociales o la inteligencia artificial, es decir, la posverdad y las ‘fake news’, estamos ante una fórmula envenenada.

Se dice que poco después del 10 de agosto de 1809 apareció dibujada en una pared una frase que sentencia: “último día del despotismo, y primero de lo mismo”. Y es que, como menciona el historiador Enrique Ayala Mora, la derrota del imperio español y la instauración de la República no necesariamente trajeron la libertad sino nuevos regímenes de opresión, que se dieron en nombre de esa libertad.

En mi criterio, provenimos de una historia de conflictividad y división de la que no hemos podido salir; y que se profundizó con fuerza en los últimos años, cuando autoritarios con tintes de tiranillos crearon más división en el país: “pelucones”, “los corruptos siempre fueron ellos”, etcétera.

Desde inicios de la república vivimos en esta bifurcación permanente. Irónicamente, a raíz del ‘Encuentro de Guayaquil’ se marcó una época de división política muy grande desde nuestro origen como Ecuador. Por esa división, incluso, se debió poner un presidente extranjero como el primero de la historia republicana, el venezolano Juan José Flores, debido a que era difícil encontrar puntos de acuerdo entre los habitantes locales.

Quienes hemos tenido la posibilidad de ser parte de un gobierno, constatamos que aún no logramos una unidad nacional. Este permanente conflicto nos hunde, por lo que se debe reflexionar sobre un necesario período de fraternidad.

La responsabilidad está en sus políticos y ciudadanos, quienes debemos, necesariamente, estar convencidos de que la democracia solo se edifica sobre la concordia, el consenso y esa fraternidad. De hecho, este es un reto del mundo actual, lleno de polarizaciones, guerras y con muchos desafíos.