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Juan Carlos Holguín: Mentir para sobrevivir

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La verdad siempre aflora. Demora, pero se llega a ella

Vivimos en una sociedad donde la mentira se ha normalizado. Mienten los niños, pero también sus padres. Mienten los políticos. Miente todo el mundo. Se llaman mentiras piadosas a aquellas que suponen un grado leve de falsedad. Pero mentiras en todo caso.

También mienten los futbolistas: ¿olvidamos cuando un integrante de nuestra selección salió de la cancha en un partido de eliminatorias fingiendo una lesión para burlar a la justicia por un juicio de alimentos?

Así como no existe un pillo bueno, como sus abogados intentaron caracterizar a Carlos Pólit, mencionando que con el dinero de los sobornos que recibía ayudaba a mucha gente, no existe un mentiroso honrado.

Alguna vez un político me dijo que no hay que ser demasiado escrupuloso en el sector público, o en la vida misma. Le contesté, un poco asombrado, que las personas tienen o no tienen escrúpulos. No se puede ser “medio escrupuloso”. No hay grises.

Hay quienes por cuidar su imagen empiezan a decir mentiras leves. O más bien, empiezan a producir medias verdades. Regulan sus palabras, con hechos falsos, para adecuar la realidad con tal de salvar su pellejo.

Lo hacen esposos que engañan a sus parejas, y de repente una pequeña mentira se convierte en un femicidio. Lo hacen algunos políticos que, por vanidad, tapan actos de corrupción de los suyos para no aceptar que sus gobiernos, o sus familias, no son perfectos. También lo hacen periodistas o artistas, que dentro de una espiral de ambición, inventan historias para lograr impunidad. Pero no es sostenible.

La verdad siempre aflora. Demora, pero se llega a ella. Un ejemplo: hace un año, el medio digital La Historia publicó una nota que se tituló “Justicia borracha”. En ella se mencionaba que el vocal del Consejo de la Judicatura, Xavier Muñoz, participó en estado de ebriedad en la sesión virtual en la que se destituyó, sin mayoría, al juez de la Corte Nacional, Walter Macías.

“Muñoz se pegó los tragos en Miami, desde donde se conectó a la sesión, lo que también es ilegal”. Así terminaba la nota que incluía un video de la sesión virtual producido por Ecuavisa, donde era evidente que el vocal Muñoz estaba en estado de ebriedad. “Interrumpía, desvariaba y nunca prendió su cámara”, hacía notar la periodista del medio televisivo.

A la semana, con descaro y sin vergüenza, este mismo vocal se presentó ante los medios del país, desde los exteriores de la Fiscalía, asegurando que no estaba ebrio en la sesión del pleno del Consejo de la Judicatura del 19 de agosto, sino que “tenía un tema médico, de mis muelas, la anestesia”.

Los supuestos problemas bucales del exvocal causaron un daño muy grande a nuestra sociedad. Mintió cuando se conocía que efectivamente estaba en la ciudad de Miami. Nunca hubo tal procedimiento. Pocos meses después, Muñoz fue apresado por los casos de corrupción judicial y ha reconocido su culpabilidad.

Vivir mintiendo genera una especie de prisión permanente a las personas en sus acciones diarias. La verdad nos permite ser más libres, pues como dice Ortega y Gasset, la verdad es una necesidad constitutiva del hombre.

Nada aleja más al hombre del bien, que la mentira.