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Juan Carlos Holguín: Un nuevo año para la esperanza

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El Ecuador surgirá. El Ecuador significa esperanza.

Los hechos violentos y escándalos en el país no paran y desde el asesinato de Fernando Villavicencio la desesperanza se ha generalizado. Está en todas partes: en aquel joven que no puede estudiar porque no hay un cupo o en aquel padre o aquella madre que no puede encontrar un trabajo para ayudar a su familia.

Ver a un grupo de chicos en Durán disparar al aire con armas de grueso calibre y reivindicar el pertenecer a un grupo criminal es una imagen de que produce tristeza profunda. Uno se pregunta, ¿cuánto pudimos hacer ahí para que tengan otra opción?

Qué difícil es que la desesperanza nos gane. Siguiendo el caso Metástasis, nos cuestionamos si realmente hay una salida. ¡Se tomaron el Consejo de la Judicatura! Compraron jueces, políticos, periodistas, equipos de fútbol. ¿Hay esperanza?

Siempre volvemos al cliché de que el deporte o la cultura son la esperanza. Que “¡sí se puede!”. Pero no es así. No sirve un triunfo deportivo de nuestra selección, si es que se ha demostrado que uno de nuestros jugadores adulteró su nacionalidad. El juez que le entregó aquella nacionalidad está hoy procesado por corrupto. Y el dinero del narcotráfico ya está, como suele suceder en este fenómeno en cualquier territorio, en el fútbol. ¿Podemos tener esperanza?

Yo creo que sí. Lo que sucede en Ecuador, no es exclusivo de nuestro país.

El mundo entero vive problemas similares: violencia, guerras, inseguridad, narcotráfico, corrupción.

Ver las imágenes de la crisis de fentanilo en Estados Unidos o Europa y pensar en el futuro de las niñas y niños con esa problemática, nos permite entender el problema del tráfico de drogas a nivel global. Las imágenes de Durán son impactantes. Las de Filadelfia, también lo son.

En una reunión en una capital europea, a la que asistí como canciller, debí presentar a unos colegas un estado de la operación de los cárteles en nuestro país.

Mostré cómo los grupos de delincuencia organizada peleaban por el control de los puertos. En su respuesta, los europeos me enseñaron la misma problemática en los puertos de Amberes y Róterdam. Los mismos problemas, con un océano de diferencia.

En otra ocasión, mientras en el Ecuador se debatía en la Asamblea una posible censura a nuestro presidente, en una visita oficial que realizamos a una potencia de Medio Oriente, horas antes de iniciar la misma se me pidió asistir a una reunión urgente con mi homólogo. Me comentó que la visita podría ser cancelada en minutos pues era probable que la oposición política al primer ministro logre una mayoría de votos a esa hora en el Senado, para destituirlo.

¡La inestabilidad política no es patente de los países menos desarrollados!

No podemos perder la esperanza. La esperanza no es solo la fe de un futuro mejor o tener expectativas optimistas. La esperanza es también la justicia. Por eso la impunidad nos produce lo contrario. La esperanza tiene que ver con virtudes como la verdad, la bondad o la belleza.

Figuras como la fiscal general del Estado, o buenos políticos con una vocación sincera, o aquel profesor que busca con recta intención hacer su mejor trabajo para formar a nuestros niños, nos devuelven la esperanza.

El Ecuador surgirá. El Ecuador significa esperanza.