Juan Carlos Holguín | Un país para los alias ‘pillos’

¿O será que Jerónimo, Mónica y hasta un Ají con Mote, solo buscan la impunidad para los alias ‘Pillos’?
Apenas recaen denuncias de corrupción sobre ciertos líderes políticos o sus entornos, mientras estos están en el poder o fuera de él, se activa una lucha por la impunidad que incluye negar las acusaciones, creando falsas narrativas o cerrando filas como grupos transnacionales de mafia.
Hace unos meses escribí sobre ‘Don Teflón’: corría la década de los ochenta en Nueva York y la familia criminal Gambino, de origen ítalo-estadounidense, lideraba muchos de los sectores ilícitos de la Gran Manzana.
El líder de la mafia en ese momento, Carlo Gambino, nombró a su cuñado Paúl Castellano como jefe para cuando muriese. Esto enfureció a uno de sus colaboradores, John Gotti, quien, como se conocería años más tarde, orquestó el asesinato de Castellano en 1985.
A la muerte de Castellano, Gotti se hizo cargo de la familia, ganándose su confianza y convirtiéndose en el jefe del imperio criminal más poderoso de ese país. Dueño de un gran carisma, reconoció en el impacto mediático una de sus formas de protección. Es así que en los años siguientes salió inocente de tres juicios. Para la mayoría, parecía que este delincuente estaba hecho de teflón, ese material antiadherente en el que todo resbala.
Nacía así ‘Don Teflón’, apodo con el que se conoció a este capo de la mafia. Los mafiosos viven de la mentira, las historias y la imagen. Y los apodos son fundamentales en sus estructuras. ¡Es que un buen alias es parte de tu trabajo cuando eres un reputado miembro del crimen organizado!
Un artículo del 2021 del Chicago Tribune sobre la operación de las mafias en Chicago, detalla que a lo largo de la historia los apodos imponentes han cautivado al público y han irritado a los mafiosos, desde la época de Al ‘Scarface’ Capone.
En su tesis Dime cómo te llamas y te diré qué criminal eres, la doctora en Lengua y Literatura por la Universidad de Reims Champagne-Ardenne, Coralie Pressacco, afirma que detrás de cada apodo en el mundo del hampa hay un criminal encerrado, desde los grandes capos hasta los de menor rango.
“Los narcotraficantes se ganan muy a menudo varios alias llamativos, coloridos e incluso amenazantes”, añade Pressacco, quien considera a los apodos como uno de los fenómenos más impactantes de la nueva cultura criminal.
Pedro Isnardo de la Cruz, coordinador de investigación de la Escuela Nacional de Trabajo Social y experto en temas de seguridad, señala que “el apodo es como una huella digital que emana de experiencias y anécdotas sobre la personalidad, actitud, vicios o temperamento de los capos”. Esto plantea, según la autora, la siguiente pregunta: ¿quién les pone apodos a los narcotraficantes? ¿La familia? ¿Los socios? ¿Las autoridades? ¿Los periodistas? ¿La población en general?
En un país en el que desde el 2007 al 2017 hubo incluso correos electrónicos oficiales que salían desde la Presidencia de la República, como lo denunció Fernando Villavicencio, con sobrenombres de Star Wars como obiwankenobi@presidencia.gob.ec o mace.windu@presidencia.gob.ec, parecería que ciertos actores políticos son los que se autoimponen esos apodos por algún tipo de fetiche. ¿O será que Jerónimo, Mónica y hasta un Ají con Mote, solo buscan la impunidad para los alias ‘Pillos’?