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Juan Carlos Holguín: Pensamientos lúgubres de un expresidente

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Tener un expresidente que dice que se suicidaría o pide que otros lo hagan, nos debe obligar a reflexionar sobre la calidad de la discusión pública

La semana pasada escuché al expresidente Rafael Correa mencionar que está dispuesto “a pegarse un tiro” si es que alguien le demuestra que ha tomado veinte centavos deshonestamente. No es la primera vez que advierte ejecutar una acción así. Lo había manifestado en el 2018, luego en el 2019 y posteriormente en el 2020.

Pero esta vez el expresidente añadió que en caso de pasar una prueba del polígrafo, son los periodistas -a quienes llamó difamadores- quienes deberían pegarse el tiro. Una invitación, así de ligera, a quitarse la vida propia, pero también a quitar la vida de otros.

Los líderes tienen la responsabilidad de construir ejemplaridad pública. Si un líder miente para llegar, miente para gobernar o miente para sostenerse, construirá una sociedad alejada de la verdad. Si un presidente utiliza la violencia como mecanismo de comunicación, esa violencia se generalizará en las relaciones humanas de su población.

Tener un expresidente que dice que se suicidaría o pide que otros lo hagan, nos debe obligar a reflexionar sobre la calidad de la discusión pública. La ligereza de sus palabras y conceptos contrasta con su supuesta formación o intelectualidad. Denota evidentemente que no es un hombre de Estado y que no comprende sus responsabilidades. Es el problema de los líderes que no entienden que sus actos tienen impacto en el tejido social y que colocan su vanidad personal sobre el bien común.

Después de la pandemia, uno de los grandes desafíos de los Estados y sus políticas públicas de salud es luchar contra las altas tasas de suicidios, especialmente en los grupos de adolescentes. Se considera que el estrés de la pandemia pudo haber contribuido a este aumento, aunque ya desde hace muchos años varios investigadores analizan también los efectos de las redes sociales.

El Ecuador no es la excepción. Hace algunas semanas la editorialista Yasmín Salazar Méndez anotaba en una de sus columnas en el portal Primicias las alarmantes tasas de crecimiento de los suicidios en el Ecuador: solo en el año 2021, según el INEC 1.089 personas murieron por suicidio, frente a las 20.000 personas que se quitaron la vida en el período 2000 al 2021. Estamos indudablemente ante una crisis importante.

En un país donde tenemos estos datos alarmantes, es necesario implementar medidas urgentes para cristalizar políticas públicas eficientes para atender la salud mental y que éstas tengan un impacto inmediato en la disminución de los suicidios en el Ecuador. Durante la última campaña electoral casi todos los candidatos, especialmente los más jóvenes, pusieron a la salud mental como elemento fundamental de su discurso y de sus planes de gobierno.

Sin embargo, si queremos una sociedad menos violenta y en este caso, con menos tasas de suicidio, es necesario que los actores públicos comprendan su responsabilidad a la hora de guiar a la población. El hecho de considerar “darse un tiro” o suicidarse, y peor aún, pedir que otros se maten, solo sigue fomentando el odio que sembraron durante tantos años y del que la sociedad está cansada. Busquemos líderes que comprendan que el lenguaje de la paz es el único elemento que posibilitará una salida coherente de esta difícil coyuntura.