Juan Carlos Holguín: El piloto de una democracia ejemplar
Después de una reñida elección, Piñera se convirtió en el nuevo presidente de Chile
El 17 de enero de 2010, junto a un grupo de amigos inquietos por la política y el servicio público, viajamos a Chile para ser testigos del proceso de la segunda vuelta electoral de ese país que admirábamos.
Para muchos en ese entonces, el triunfo de Piñera significaría el retroceso de Chile del modelo de desarrollo social alcanzado en los últimos años por la Concertación. Para otros, su país necesitaba un cambio radical y era imperativo que Piñera triunfe.
Después de una reñida elección, Piñera se convirtió en el nuevo presidente de Chile.
A solo treinta minutos del primer resultado oficial, el candidato Eduardo Frei reconoció el triunfo de Piñera y le manifestó su apoyo mencionando que “si le va bien a usted, le va bien a Chile”. Le pidió perdón públicamente por cualquier cruce verbal en los últimos días y le manifestó que atrás quedaba la campaña. Al día siguiente Bachelet desayunaría en casa de Piñera, para iniciar el proceso de transición.
En su primer discurso, Piñera resaltó la necesidad de la unidad nacional para lograr “el cambio en Chile”, mientras Frei y su familia llegaban al comando de su contrincante para felicitarlo personalmente. Piñera le pidió una oposición leal y una fiscalización real que ayude al éxito de su gobierno y llamó a la prensa a continuar con su crítica constructiva y a estar pendientes de los resultados de su gestión.
Testificábamos así una construcción política del entendimiento, liderada por el nuevo presidente.
La democracia en Chile había madurado y la conciencia cívica había logrado que una sociedad que hace pocos años nadaba en sangre por su división, pueda concertar para alcanzar el objetivo mayor: la verdadera lucha contra la pobreza.
Sebastián Piñera era una persona muy especial. Y es que no es fácil encontrar un ser humano lleno de tantos dones y talentos, que además sepa ponerlos al servicio de los demás en todos los ámbitos. Aunque poco conocido en esta faceta, fue un gran académico, doctorado en la Universidad de Harvard con una tesis sobre la economía de la educación en los países en desarrollo. También fue un buen dirigente deportivo.
Construyó un legado empresarial muy importante, lo que lo catapultó a ser presidente de su país en dos ocasiones. Como tal, se convirtió en un líder regional que luchó por la libertad, la democracia y la ejemplaridad. Jugó un rol fundamental contra la dictadura venezolana de Maduro.
Una potente imagen circuló el pasado viernes durante el funeral de Piñera. Dos expresidentes de Chile y el presidente en funciones, de distintas corrientes ideológicas, se despedían de él, mostrando así las virtudes de quienes han servido a su país de forma interesada.
En el mismo año 2010, luego de la revuelta policial del 30 de septiembre, Piñera viajó a Ecuador y propuso un acuerdo de cooperación entre los dos países, con el fin de asesorar al gobierno ecuatoriano en la reestructuración de la Policía Nacional, “dada la experiencia y reconocimiento mundial que tienen los carabineros de Chile”. Si ese gesto de Piñera con nuestro país se cristalizaba, quizás hoy teníamos una realidad diferente.
Hasta siempre a un verdadero piloto de la democracia, que perdió su vida para salvar a los demás.