Juan Carlos Holguín: Un voto para poner fin al canibalismo político

Este hombre no hace más que mentir
Permanentemente me cuestiono el escribir sobre el correísmo, pues creo que la democracia se edifica sobre la concordia y el consenso, y no sobre el rencor o la división. Insistir, entonces, en este tipo de columnas parecería una obsesión o una exageración. No obstante, me indigna entender que nuevamente estamos ante la misma situación.
Yo tenía 23 años cuando Rafael Correa ganó por primera vez. Recuerdo que me encontraba en México ese 26 de noviembre de 2006 y recibí un mensaje de texto que decía que el primer corte del exit poll le daba la victoria a Correa frente a Álvaro Noboa.
Me dio mucha tristeza. Pocos veían en ese momento la falsedad de un personaje que mintió durante toda su campaña. Hace pocos días, en una especie de podcast entre Correa y Diego Borja, el expresidente se burlaba de quien durante esa campaña fue uno de sus puntales más importantes, Gustavo Larrea, diciendo que “lo botaron por mentiroso e inepto”.
Así engañó hasta a los suyos. De a poco, quienes creían que él era un buen representante de la izquierda, fueron dejándolo. Al principio en silencio, después hicieron públicas sus críticas y lucharon contra él. El primero de todos, con gran hidalguía, fue Eduardo Valencia. Y es que mucha gente decente se sentía traicionada por un hombre cuya vanidad, egolatría y falsedad, estaba encausando al Ecuador a una lamentable circunstancia: un país lleno de odio, división y con una corrupción histórica.
Este hombre, que con su usual doble estándar propuso un “Pacto ético” al Ecuador antes de dejar la presidencia, no hace más que mentir. Mintió a todos para llegar al poder y miente ahora para tener impunidad. Miente también para tener refugio en el extranjero. Su vanidad siempre fue más grande que su voluntad.
No dejo de pensar ahora cuando en marzo de 2007 atacaron con violencia a algunos diputados en el Hotel Colón, para sentar las bases de un proyecto autoritario. No dejo de pensar en ese 30 de septiembre de 2010, cuando las mentiras, la vanidad de Correa, nos costaron uno de los días más tristes de la historia del país. El tiempo ha ido confirmando las grandes mentiras de su operación comunicacional, con la que trataron de convertir un acto de lesa humanidad en un supuesto ‘golpe’.
No dejo de pensar en la corrupción de casi todos los que quedaron y de los que fugaron. Hoy su vicepresidente y superministro, hijo de una persona que violó a una menor y a quien protegieron sin que siquiera pague por ese inmisericorde acto, sigue detenido.
Pero el mayor daño es el habernos dejado un país en manos del narcotráfico. Taparon todas las cifras, escondieron lo que realmente sucedía. Según un líder de las FARC, el correísmo recibió fondos para su campaña desde esa estructura narcoterrorista. Sacaron la base de Manta e impusieron una “ciudadanía universal”. Y desde que perdieron el poder, solo han utilizado el canibalismo político, con todas sus herramientas, para obtenerlo nuevamente. Tienen la lógica del ¡o somos nosotros, o no es nadie!
Este domingo el país podría lograr un nuevo paso para salir de la espiral de violencia ejecutada desde 2006. Pero si triunfa aquel titiritero, tendremos una nueva etapa de odio y mentiras, que seguirá carcomiendo nuestra sociedad.