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Juan Carlos Holguín: Un año perdido para Quito

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En un año, el alcalde no ha podido hacerle soñar a la ciudad con obras trascendentes. Ha actuado respondiendo a la coyuntura

Tras cumplir su primer año como alcalde de Quito, Pabel Muñoz no ha podido mostrar los resultados que la capital merece. Pero estamos acostumbrados: son más de 15 años desde que nuestra ciudad se encuentra sin rumbo y cada día, más desordenada, peligrosa y fea.

Estamos rodeados de horribles cables amontonados en cada poste o paredes llenas de grafitis y manchadas con el lodo salpicado por los vehículos que pasan sobre las vías que se encuentran en pésimo estado.

Quito es una ciudad hermosa, pero pocas veces ha estado tan descuidada. Nuestro alcalde y concejales están más preocupados de sus problemas políticos que de esta realidad. Que una ciudad esté fea impacta directamente sobre el ánimo de una sociedad. Se proyecta una idea de desinterés, lo cual rompe los códigos de convivencia, generando una sensación de abandono. Si una manzana está llena de baches, sucia, con los ‘tallarines’ de cables que están regados por todos los postes, al poco tiempo las demás manzanas del barrio estarán así.

Nuestros hijos y nietos transitan por esas calles descuidadas, por lo que se acostumbran inconcientemente a que el entorno debe ser feo. Desde un punto de vista criminológico, los expertos aseguran que las comunidades con entornos descuidados son más violentas. Cientos de cables colgando, aceras en mal estado, paredes rayadas, ciudadanos que orinan en ellas, constituyen caminos directos a la destrucción de un concepto naturalmente humano: el de la belleza.

A pesar de que muchos felicitamos al alcalde por lo que sería una inauguración responsable del metro, al poco tiempo se confirmó que no se trató más que de una estrategia para proyectar que esa obra “era de la revolución ciudadana”.

No obstante, al poco tiempo salió a mencionar que el que no exista aire acondicionado en el sistema de transporte más moderno del país, o que se haya iniciado la operación del metro sin un contrato de mantenimiento del material rodante, es culpa de los alcaldes anteriores.

En un año, el alcalde no ha podido hacerle soñar a la ciudad con obras trascendentes. Ha actuado respondiendo a la coyuntura. Un nuevo aluvión de La Gasca nos mostró las mismas fotos de los funcionarios en botas de caucho de todos los años. Los famosos piques que se hacen en la ciudad, que esta vez causaron un accidente en la avenida de los Shyris, nos mostraron que había que derrocar -acertadamente- la Tribuna de esa avenida.

Quito no se ha pensado a largo plazo. Hay que reflexionar en la ciudad de nuestros hijos y nuestros nietos. Una ciudad que se proyecte al futuro y vuelva a ser referente regional de convivencia, de protección de patrimonio, de transporte público.

Si el alcalde dedica su tiempo en las sesiones del concejo a poner alarmas comunitarias a sus concejales, o a insistir en la destrucción del patrimonio tratando de empujar desde su propio liderazgo el proyecto del Hotel Quito; o peor aún, dedica su tiempo a hacer política por su partido (por lo que ya fue multado), tendremos tres años más de abandono de nuestra ciudad.

El renacer de Quito no debe ser el eslogan de una alcaldía determinada, sino un compromiso de los ciudadanos para tener una capital que retome el liderazgo en sus políticas públicas.