Delincuentes de teflón

La justicia puede demorar, pero aparece.
El pasado viernes reflexionábamos junto a unos amigos sobre la crisis de impunidad que se deriva de algunos líderes de estructuras políticas del supuesto progresismo. Al momento de ostentar el poder, o luego de él, cuando recaen denuncias de corrupción sobre ellos o sus entornos, generan una lucha por la impunidad, negando acusaciones, creando falsas narrativas o cerrando filas como grupos de mafia a nivel transnacional.
Un gran intelectual que estaba con nosotros nos recordó de la historia de ‘Don Teflón’. Corría la década de los ochenta en Nueva York y la familia criminal Gambino, de origen ítalo-estadounidense, lideraba muchos de los sectores lícitos e ilícitos de la Gran Manzana. El líder de la mafia en ese momento, Carlo Gambino, nombró a su cuñado Paúl Castellano como jefe para cuando muriese. Esto enfureció a uno de sus colaboradores, John Gotti, quien, como se conocería años más tarde, orquestó el asesinato de Castellano en 1985.
A la muerte de Castellano, Gotti se hizo cargo de la familia, ganándose su confianza y convirtiéndose así en el jefe del imperio criminal más poderoso de Estados Unidos. Con un gran carisma y buena imagen pública, reconoció en el impacto mediático una de sus formas de protección. Es así que en los años siguientes salió inocente de tres juicios. Parecía que estaba hecho de teflón, ese material antiadherente en el que todo resbala.
Nacía así ‘Don Teflón’, apodo con el que se conoció a este capo de la mafia.
En 1988, el reconocido periodista David Letterman ironizó respecto de las continuas absoluciones de Gotti en su programa de televisión, mencionando que “John es un supuesto, presunto, jefe del crimen organizado, pero empiezo a pensar que es una maravillosa persona y que probablemente todo sea un mal entendido. Me gustaría ser su amigo algún día”.
Los mafiosos viven de la mentira, las historias y la imagen. Llegan a tener tantos tentáculos en los estamentos de poder, que manejan una parte de la justicia a su antojo. A través de noticias falsas, controlando algunos periodistas y medios, o ganándose apoyo popular con votos, como lo hizo Pablo Escobar, crean estructuras que provocan delincuentes de teflón.
La justicia puede demorar, pero aparece. Hace exactamente 31 años, en 1992, el jefe mafioso John Gotti fue sentenciado por un tribunal de Nueva York, imputado por varios asesinatos. En este caso, el testimonio del subalterno de Gotti fue fundamental para responsabilizarlo del asesinato de quien fue su propio jefe en el pasado, Paúl Castellano.
Y es que las mafias operan así. Entre ellos se denuncian y se canibalizan.
Las mafias políticas que ahora operan en la región y en el mundo, funcionan de la misma manera. Cuando los ciudadanos nos indignamos porque parecería que no pasa nada con la justicia, solo hay que resistir.
Siempre aparecerá quien siendo del mismo grupo organizado, sea por traición, ira o por un despertar de conciencia, diga todo lo que ha visto.
En una época donde expresidentes prófugos, exministros prófugos, o exfuncionarios que creen que nadie les ha descubierto su corrupción, vuelven a la palestra política, tengamos la seguridad de que hasta el mejor teflón se desgasta.