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El modelo Independiente como modelo país

Avatar del Juan Carlos Holguín

Comprender que hay un proyecto que ha escalado sosteniblemente a niveles internacionales, posicionando al Ecuador como ejemplo mundial.

A finales del año 2007, una foto de un pequeño equipo de la segunda categoría que acababa de ascender a la serie B fue portada de los periódicos del país. En ella unos jugadores poco conocidos y alguna que otra exestrella de la categoría profesional festejaban sobre un bus mientras sostenían una bandera que decía: “Independiente: futuro campeón del Ecuador”.

En Perú, siete años más tarde, en 2014, una caricatura de Andrés Edery proyectaba al afamado chef de ese país, Gastón Acurio, como una opción para ocupar la presidencia, frente a lo que los analistas locales definían como “la elección del mal menor”, entre los candidatos Alan García y Keiko Fujimori. De forma elegante, Acurio respondió en su cuenta de Twitter que él solo estaba pensando en disfrutar unos “tallarines con tomate”, en alusión a su poco interés por vestir la banda presidencial.

Pero, ¿qué hace que los peruanos, de vez en cuando, miren a este chef como una opción para liderar su país? La respuesta es sencilla: Acurio logró posicionar a la gastronomía peruana como un símbolo global. La idea de aprovechar la cultura culinaria peruana como un modelo de desarrollo local logró que desde hace pocos años la gastronomía solo sea superada por Machu Picchu como fuente de orgullo nacional. Un proyecto transversal con un concepto simple: entender a una actividad como un motor de desarrollo integral. Siendo la gastronomía un eje, lograr que todos los actores del país funcionen con una meta común: construir una hazaña cultural y social.

El Ecuador ha tenido pocas buenas noticias a nivel internacional en los últimos años. Sin embargo, la semana anterior, el New York Times dedicó casi una página a analizar aspectos geopolíticos del fútbol mundial y las decisiones actuales que se están tomando en esta millonaria industria. Y en contraste con las malas noticias con que usualmente se vincula a nuestro país, se puso como ejemplo a un club ecuatoriano: el Independiente del Valle. Y es que más allá de sus triunfos deportivos, su modelo de gobierno, deportivo y de desarrollo, se han convertido en un ejemplo global.

En un país como el Ecuador, donde por aspectos culturales, históricos y antropológicos no tenemos un proyecto nación, el fútbol ha sido, constantemente y especialmente desde la década de los 90, una herramienta de unificación y generación de orgullo nacional. Si a aquello sumamos hoy un modelo de juego y desarrollo que ha dado éxito en un proyecto específico, aprovechando las condiciones físicas, geográficas o deportivas de nuestro país, podemos tener ante nosotros la construcción de una impronta global.

En el Ecuador, especialmente por su clase política, diariamente nos contradecimos y nos oponemos a nosotros mismos. Será importante entonces, más allá de divergencias estructurales e intereses particulares, comprender que hay un proyecto que ha escalado sosteniblemente a niveles internacionales, posicionando a nuestro país como ejemplo mundial.

Esta reflexión debe llevarnos a intentar que con el fútbol ecuatoriano se consolide lo que para Perú fue la gastronomía: un motor para generar una política pública transversal en la que Ecuador pueda ser una potencia global. Ojalá en esto podamos tener un acuerdo mínimo.