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Cristina Fernández y Pedro Castillo

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Castillo se apresuró declarando régimen de excepción, en otras palabras, declarándose dictador para disolver el Congreso

Cristina, expresidenta y actual vicepresidenta de Argentina, acaba de ser sancionada con seis años de cárcel por los negociados que hizo en la Presidencia. Pero hábilmente se lanzó a la vicepresidencia para lograr inmunidad, por lo tanto, tendrá que acabar su período para poder cumplir su pena.

En estos años que faltan, con su habilidad logrará no cumplir su condena. Pensemos en la situación actual del país: una inflación insuperable, camioneros imponiendo sus condiciones, la vía principal de la que fue la hermosa ciudad de Buenos Aires, invadida por los piqueteros con sus carpas. Por la inflación, ofrece buenos precios a los turistas que se atreven a visitarla, pero el ciudadano argentino ya no sabe qué posición tomar en las próximas elecciones.

Los partidos políticos casi han desaparecido. El peronismo existe en nombre porque muchos se lo quieren adueñar; el nuevo ministro de Economía, Massa, aspira a ser el candidato de los gobiernistas para la presidencial y hace malabares y medio para frenar la inflación, conseguir nuevos préstamos y no caer en ‘default’. Y ha surgido un joven posible candidato, Milei, que insulta usando los peores epítetos y no respeta ni al santo padre, que es argentino.

El expresidente Macri, pensando si se lanza a la reelección, y así están muchos dirigentes políticos, pues las encuestas son tan diversas que nadie resulta realmente favorecido. El Gobierno ha tenido un respiro por el juego de la selección de fútbol en un país futbolizado, pero el Mundial llega hoy a su fin.

Pedro Castillo en el Perú es el último presidente que eligió el pueblo; al posesionarse se especulaba cuánto tiempo duraría. Está en la cárcel, acompañando a Fujimori. Su vicepresidenta se separó de él, calculando que días más, días menos, tendría que ocupar la vacante.

Castillo se apresuró declarando régimen de excepción, en otras palabras, declarándose dictador para disolver el Congreso. Los congresistas se adelantaron, lo destituyeron y ordenaron su prisión. La vicepresidenta al posesionarse manifestó que pronto convocaría a nuevas elecciones y pidió unión a un congreso que con tanta facilidad ha destituido siete presidentes, fácilmente la destituirá.

Los incidentes se han multiplicado en la sierra y es difícil saber si la toma de carreteras, ataques a la fuerza pública y toma de aeropuertos son a favor de Castillo o contra el centralismo de Lima. Para suerte de Perú, estos cambios políticos no lo afectan; tiene una gran agricultura de productos de exportación; es fuerte en minería, sobre todo en la explotación de oro; cuenta con una industria bien manejada y un turismo que proviene del mundo entero ansioso de conocer Machu Picchu.