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Escapando

Avatar del Larissa Marangoni

Ecuatorianos pagan a coyoteros para llegar a EE. UU. Venezolanos (los caminantes) se desplazan por meses hasta llegar a su destino. Africanos escapan en balsas. Sirios escapan de la guerra, los eritreos de un gobierno represivo. Cubanos escapan de la pobreza y falta de oportunidades y ahora los afganos escapan de los talibanes. Lenín también se escapó, pero según él tiene agenda internacional. Al final, el mundo está en movimiento y es solo el comienzo. La represión, las guerras y la falta de oportunidades hacen que miles de personas se desplacen por el mundo para buscar un futuro mejor. Nos movemos de igual manera que la Tierra. Volcanes en erupción, lluvias torrenciales, corrientes de mar, huracanes, terremotos. Lo nocivo es cuando el movimiento es provocado. Cuando te expulsan de tu territorio, pruebas nucleares, incendios provocados, derrames petroleros; en algún momento no tendremos a dónde escapar y la misma Tierra nos expulsará. Nuestro actuar tiene repercusiones muy grandes en nuestra sociedad. Una sociedad totalmente embobada por el internet y las redes sociales, donde imitar movimientos y canciones se ha vuelto el hit del momento. Una sociedad ciega ante una realidad paralela, que no despierta ni con una pandemia. La Asamblea se compone de un grupo humano que fue seleccionado por el pueblo para lograr cambios, regulaciones, proyectos y actualmente parece tener el peor porcentaje de aprobación por los continuos escándalos de corrupción. Aprendieron de sus antecesores repartiéndose el país en los corredores, espacios manchados por gritos, agresiones, amoríos y roscas. Se mueven, sí, pero con las razones inapropiadas y como siempre, beneficiando a un grupo pequeño en el que el carro de lujo se pide a dedo, se lavan las manos culpando a sus asesores y que si roban, que roben bien. Así empezamos el primer año lleno de sorpresas y verdades. Los que nacieron con cuchara de plata son los deshonestos, los que llegan al poder directamente a robar, “porque se lo merecen” o “es su turno”. Las palabras quedan en la memoria, pero nuestra memoria es frágil, peor aún la memoria de los políticos, que al final escapan, comparándose inmoralmente con muchos que verdaderamente tuvieron que hacerlo.