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Leo Stagg | Electroquil: de pilar energético a un lamentable final

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Entre 2021 y 2022, Electroquil fue desmantelada y sus turbinas fueron ‘vendidas’ a un precio irrisorio.

Electroquil fue fundada en 1992 para asegurar el suministro eléctrico de Guayaquil durante una crisis que amenazaba a la ciudad. Creada por el sector privado guayaquileño, representaba la autosuficiencia energética y el compromiso con el desarrollo local. Durante casi tres décadas, Electroquil respondió con eficiencia a las necesidades eléctricas de la ciudad, convirtiéndose en un baluarte de estabilidad.

Con operaciones modernas, equipos de última tecnología y un servicio de alta calidad, Electroquil mitigó la falta de electricidad en momentos críticos, evitando el colapso de Guayaquil. No fue solo una respuesta temporal; simbolizaba un esfuerzo continuo por proteger a la ciudad de futuros racionamientos.

Pero con la llegada de un nuevo accionista extranjero, indiferente a los accionistas minoritarios y a las necesidades del país, entre 2021 y 2022, Electroquil fue desmantelada y sus turbinas fueron ‘vendidas’ a un precio irrisorio. En esta transacción espuria se violaron procedimientos internos, se falsificaron documentos y se ignoraron normativas ambientales para extraer las turbinas del país; mientras que las autoridades responsables del gobierno de turno y las cámaras de Guayaquil guardaban silencio. En ese entonces se ignoraron las advertencias sobre el riesgo de futuros estiajes, junto con los problemas persistentes de las hidroeléctricas heredadas del gobierno de Correa. Este golpe no solo desmanteló a Electroquil; también asestó una herida profunda a la seguridad energética del Ecuador.

En 2022 Electroquil desapareció, llevándose consigo el esfuerzo de tres décadas. La ciudad, una vez más, quedó expuesta a la misma vulnerabilidad energética de hace treinta años.

Con la pérdida de Electroquil, Guayaquil y Ecuador se quedaron sin un recurso esencial.

Su desaparición nos deja una lección amarga: los intereses nacionales fueron traicionados y ahora todos pagamos el precio.

Es hora de despertar y exigir responsabilidades, porque callar no solo es permitir la destrucción de nuestro país, sino también condenarlo a la ruina.