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Leo Stagg: Fiesta para unos, miseria para otros

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¿Cómo confiar en ellos si en cada festividad derrochan como si no hubiera necesidades que atender?

En un país con enormes desafíos económicos y sociales, donde la pobreza y falta de oportunidades afectan a miles, surge una inquietante pregunta: ¿por qué los gobiernos cantonales, provinciales e instituciones públicas destinan millones a fiestas y eventos en lugar de priorizar el desarrollo comunitario? Esta es una crítica a la falta de visión y responsabilidad de quienes prefieren derrochar oien espectáculos antes que en soluciones de fondo.09

Cada año, autoridades se enorgullecen de organizar conciertos y eventos, gastando sumas que podrían cambiar vidas si se destinaran a áreas prioritarias. ¿Qué tan justificable es asignar millones a celebraciones mientras las escuelas necesitan inversión, las carreteras se desmoronan y los hospitales carecen de equipos y personal? Lo que realmente se celebra no es cultura ni identidad, sino una cultura de despilfarro e irresponsabilidad.

Con cada dólar en exceso que se destina a estas actividades, se pierde una oportunidad de construir un futuro mejor. La inversión en infraestructura, salud, educación y empleo se deja en segundo plano, atrapando a los ciudadanos en un ciclo de promesas vacías. ¿Cuántos empleos podrían generarse con esos millones? ¿Cuántas pequeñas empresas podrían fortalecerse si apoyaran a emprendedores locales en lugar de pagar por una noche de fiesta?

Los gobernantes tienen el deber de administrar los fondos públicos con visión y prudencia, pero ¿cómo confiar en ellos si en cada festividad derrochan como si no hubiera necesidades que atender? Prefieren gastar millones en videos o fotos con artistas para sus redes sociales. El desarrollo no se mide en luces, sino en las oportunidades que cada persona tiene para vivir dignamente y progresar.

Esta es una llamada a los ciudadanos: si no exigimos que nuestros impuestos se destinen a lo que realmente importa, seguiremos viendo cómo el circo es prioridad, mientras la verdadera calidad de vida de nuestras comunidades se deteriora.

Es hora de decir basta. La fiesta es efímera; el desarrollo y la dignidad de nuestros pueblos, duraderos. Exijamos que el dinero público se use para mejorar vidas, no solo para entretener.