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Leo Stagg: Los niños de Las Malvinas: un punto de inflexión

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...se requiere con urgencia un sistema de protección robusto que priorice a la niñez, garantizándole seguridad

La desaparición de cuatro niños en el sector de Las Malvinas, Guayaquil, es un hecho desgarrador que expone la alarmante vulnerabilidad de nuestra niñez. Las evidencias apuntan a que miembros de las Fuerzas Armadas estarían involucrados en lo que parece ser una desaparición forzada, un crimen que no solo viola derechos humanos fundamentales, sino que también hiere la confianza en una institución clave para la seguridad nacional.

Aunque es importante no desacreditar a toda una institución que en muchas ocasiones ha demostrado valentía y compromiso frente al crimen organizado, no podemos ignorar que la conducta de ciertos elementos empaña el honor y la labor de quienes cumplen con su deber. Los responsables de este acto deben ser investigados con el mayor rigor, y sancionados para dejar claro que la impunidad no tiene cabida y que traicionar el deber es intolerable.

Este caso, aunque extremo, no debe verse como un hecho aislado. En Ecuador los menores enfrentan múltiples amenazas, como la trata con fines de explotación sexual, laboral o tráfico de órganos, además del reclutamiento por grupos delictivos organizados. Estas prácticas prosperan en comunidades donde el Estado ha fallado en brindar oportunidades y protección, perpetuando un ciclo de abandono y violencia que no podemos seguir tolerando.

Es imprescindible que el país actúe con firmeza para esclarecer el caso de los niños de Las Malvinas y llevar a los responsables ante la justicia. Sin embargo, más allá de este caso, se requiere con urgencia un sistema de protección robusto que priorice a la niñez, garantizándole seguridad, acceso a la educación y oportunidades para crecer plenamente. No podemos permitirnos seguirle fallando a nuestros niños; garantizar su bienestar debe ser una prioridad innegociable.

La desaparición de los niños de Las Malvinas debe marcar un antes y un después. No basta con la indignación; debemos exigir justicia y cambios reales. Las familias ecuatorianas merecen un país donde proteger a los más vulnerables sea un compromiso inquebrantable y una realidad que honremos con acciones, no con palabras.