Leo Stagg: Nuestro tesoro más valioso

Comparto esta historia porque a veces olvidamos destacar lo mejor de nosotros como ecuatorianos
Estoy convencido de que Ecuador es uno de los países más hermosos del mundo, no solo por sus paisajes, sino especialmente por su gente maravillosa, amable, cordial y solidaria. Hace algunos años viajé con mis dos hijos pequeños con la ilusión de conocer las Lagunas de Ozogoche, ese lugar mágico ubicado en el Parque Nacional Sangay.
El camino, rodeado de imponentes montañas ofrecía una vista tan espectacular que, fascinado, me distraje un instante y perdí la ruta. De pronto, mi vehículo quedó atascado en una loma solitaria. Eran cerca de las 9 de la mañana, el lugar era tan bello como aislado y la preocupación comenzó a apoderarse de mí al ver inquietos a mis hijos. En medio de la angustia apareció un grupo de indígenas locales. Sin conocerme y sin dudarlo, trajeron herramientas para liberar el vehículo. Todo con una sonrisa sincera y admirable predisposición. Al ver a mis hijos, consiguieron dos caballos y nos recomendaron recorrer las lagunas montados, asegurando que así disfrutarían mucho más del paisaje. Mis hijos estaban fascinados; no pararon de maravillarse durante todo el paseo. Mientras tanto, la esposa de uno de nuestros nuevos amigos se acercó con una amable invitación: “Después del paseo, ¿les gustaría almorzar truchas con papas en nuestra casa?” Sin dudar, acepté agradecido.
Con el carro liberado, la tranquilidad restaurada y la compañía de estas personas generosas, emprendimos un recorrido que quedó grabado para siempre en nuestra memoria. Disfrutamos cada rincón del paisaje, el cielo despejado y un frío agradable que hacía aún más especial aquella experiencia.
Al regresar, nos dirigimos a la acogedora casa de nuestros anfitriones, donde nos esperaban truchas recién pescadas. La comida fue deliciosa, pero lo inolvidable fue la calidez con que fuimos recibidos. Por supuesto, nuestros amigos recibieron una recompensa justa por su ayuda, aunque el verdadero valor de aquel día fue la lección de humanidad, solidaridad y generosidad que nos dejaron.
Comparto esta historia porque a veces olvidamos destacar lo mejor de nosotros como ecuatorianos. De un momento difícil surgió una anécdota maravillosa gracias al corazón de quienes, sin conocernos, nos brindaron lo mejor de sí. Ese es el Ecuador que quiero rescatar y promover: el de gente noble y solidaria, cuyo corazón es nuestro tesoro más valioso.