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Leo Stagg | Son lo mismo

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Rafael Correa y su movimiento político, con su cinismo habitual, han aplaudido la supuesta “victoria” de Maduro

El reciente proceso electoral en Venezuela no fue solo un golpe a la democracia, sino una farsa grotesca y descarada. El Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó a Nicolás Maduro como ganador ignorando por completo el triunfo indiscutible del candidato opositor, Edmundo González. María Corina Machado, líder de la oposición, ha denunciado este acto como un fraude vil y una violación abominable de la voluntad popular.

Hasta la fecha, el CNE no ha hecho públicas las actas de los resultados, un claro indicio de falsificación y manipulación descarada. Era previsible que Maduro, aferrado al poder como un tirano, impediría cualquier forma de supervisión legítima. Negó la entrada a expresidentes y delegados internacionales invitados por la oposición, y durante los comicios, a los testigos electorales se les prohibió el acceso a los centros de votación. Actualmente, el valiente pueblo venezolano ha salido a las calles a defender su voto, enfrentándose a una maquinaria estatal opresiva y criminal que no duda en reprimir brutalmente.

La situación en Venezuela es de una gravedad extrema. Siete millones de personas han huido del país debido a la catastrófica crisis política y económica, la hiperinflación descontrolada, la falta de servicios básicos y la violación sistemática de derechos humanos.

El régimen de Maduro es una dictadura feroz que aplasta cualquier forma de disidencia, censura sin piedad la libertad de expresión y manipula de forma descarada los procesos electorales para perpetuarse en el poder.

En Ecuador, Rafael Correa y su movimiento político, con su cinismo habitual, han aplaudido la supuesta ‘victoria’ de Maduro. Celebran sin vergüenza la tragedia venezolana y tratan de vender al gobierno de Maduro como un modelo democrático, ignorando deliberadamente la represión salvaje y la miseria extrema que azotan a Venezuela. No les importa el sufrimiento del pueblo venezolano.

En definitiva, Correa y Maduro son dos caras de la misma moneda autoritaria y corrupta. Si el correísmo regresa al poder en Ecuador, el destino del país será igual de sombrío y devastador que el de Venezuela.