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Leo Stagg Me niego a aceptar lo inaceptable

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¿Es este el Ecuador que queremos? ¿Nos resignaremos a ver cómo nuestro país se desmorona ante nuestros ojos?

Ecuador enfrenta una realidad alarmante. La violencia, la falta de energía, la deficiente atención en salud y la corrupción se han vuelto parte de nuestra vida diaria. Sin embargo, no podemos permitir que esta situación se normalice. No debemos resignarnos a aceptar lo inaceptable.

La inseguridad ha tomado el control de nuestras calles. Secuestros, extorsiones y masacres son ahora comunes; el narcotráfico recluta a nuestros jóvenes, y el crimen organizado ha penetrado en nuestras instituciones, especialmente en el sistema judicial. Los criminales eluden la justicia gracias a la corrupción, dejando al país desprotegido y a sus ciudadanos vulnerables.

Además, la crisis energética ha sumido a Ecuador en la oscuridad. Los apagones no solo afectan la productividad, sino que también exponen la inoperancia y corrupción de varios gobiernos, junto con la falta de previsión y políticas públicas. ¿Cómo podemos desarrollarnos si ni siquiera tenemos energía para vivir con dignidad?

Como si fuera poco, los servicios de salud están en decadencia. Los hospitales públicos carecen de medicamentos y personal, los proveedores externos no pueden seguir atendiendo debido a la falta de pago de sus servicios y el ciudadano común muere por falta de atención.

Para colmo, Estados Unidos ha negado la entrada a un expresidente y un exvicepresidente debido a corrupción en el ejercicio de sus cargos y sus vínculos con el crimen organizado. Este es un claro reflejo de la crisis moral que atraviesa nuestra nación.

¿Es este el Ecuador que queremos? ¿Nos resignaremos a ver cómo nuestro país se desmorona ante nuestros ojos?

La normalización de esta crisis no solo representa una derrota moral, sino un paso hacia la resignación. No podemos permitir que el miedo y la desesperanza nos paralicen. Es momento de levantarnos y exigir un cambio.

El futuro de Ecuador depende de nuestra capacidad de decir basta, y de luchar por un país donde estos males no tengan cabida.

Me niego a aceptar lo inaceptable.