Lourdes Luque | Enamorarse otra vez
Reconocía el alto respeto que sentía por la empresa privada resiliente, que había sido capaz de crecer en época de pandemia
En enero de este 2024, el brasileño Ilan Goldfajn, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, decía desde Davos: “Por primera vez, creo que tenemos una relación simétrica con el mundo. América Latina y el Caribe siempre necesitaron del mundo, pero ahora creo que el mundo necesita bastante de América Latina y el Caribe”.
Él se refería a la energía limpia, la producción de alimentos, la Amazonía y otros ecosistemas como ejemplos de las “soluciones mundiales”, que otorgan a los países latinoamericanos una oportunidad frente a la comunidad internacional.
También la semana pasada, en la reunión de despedida en su residencia, el embajador Charles-Michel Geurts, luego de cuatro años de permanecer en nuestro país, daba cuenta de la importancia que tiene Ecuador en la agenda de la Unión Europea y más en su corazón. Reconocía, el alto respeto que sentía por la empresa privada resiliente, que había sido capaz de crecer en época de pandemia gracias a un excelente uso del exitoso acuerdo comercial firmado entre Europa y Ecuador. El embajador de Europa vuelve a su terruño, con un gran cariño hacia nuestro país.
Por último, invitamos al amigo de siempre, Ramón Sosa, director de Asuntos Corporativos en Cargill, a una charla para analizar el difícil momento fiscal y de lento crecimiento económico en nuestro país, y Ramón solo nos dijo: “Nosotros confiamos en Ecuador, el sector de la acuacultura tiene un potencial de seguir creciendo como proveedor de proteína animal; lo que tienen ustedes es ilimitado”. Él resume diciendo: “Nosotros en Cargill seguiremos invirtiendo aquí”.
Allí están Ilan, Charles- Michel y Ramón, creyendo en nuestro país, y en toda su inmensa posibilidad de desarrollo.
Por ello lo que hay que hacer es volver a enamorarnos de nuestro Ecuador, creer en la capacidad de nuestra empresa privada, en la resiliencia de nuestro pueblo y poner el hombro para recuperarnos de los errores, de la falta de visión, o de las mañas de algunos.
Que el árbol no nos tape la visión del bosque.