Jean Valjean

¿Cuántos Jean Valjean están pagando sus errores o las injusticias en esos antros de perdición, drogas, violencia y crímenes, que son nuestras 53 cárceles?
¿Lo recuerdan? Deberíamos. A todos nos obligaron a leer Los Miserables, de Víctor Hugo. El clásico del romanticismo francés. En resumen. Un humilde podador cumple una condena de diecinueve años por romper una vidriera de una panadería por la noche para robar un pan para alimentar a cinco sobrinos muertos de hambre. ¿Fue justa esa condena?
Al ver las noticias, los que vivimos lejos de esa tragedia nos preguntamos: ¿cuántos Jean Valjean están pagando sus errores o las injusticias en esos antros de perdición, drogas, violencia y crímenes que son nuestras 53 cárceles?
En Noruega, en la Isla de Bastoy, al sur de Oslo, los reclusos pueden caminar, andar en bicicleta alrededor de una cárcel que parece un pueblo rodeado de granjas. Allí practican esquí, cocinan, juegan tenis o cartas y hasta administran el ferri que los conecta con el continente. Mis lectores dirán, pero no somos Noruega, y tienen razón. Pero no tenemos por qué tener infiernos por cárceles. Por Dios, son seres humanos quienes están en nuestras cárceles, no insectos. ¿Cuántos de ellos tienen condenas injustas? Está visto que nuestro sistema de justicia es injusto. Todos ellos tienen familias que los esperan y que los aman. Todas esas familias aspiran a que ellos salgan rehabilitados y más cercanos a integrarse a una vida ordinaria, cuando esas puertas se abran y los puedan abrazar otra vez.
Desde esta columna, hago un llamado a que no ignoremos esta realidad. Que no sea solamente cada vez que los medios nos alarman por las reiterativas masacres. En lo personal, si el presidente me invita a formar una comisión para pensar en una gran reforma del sistema, estaré encantada de apoyar. Vamos por una reconstrucción y privatización de los diferentes centros, dotarlos de equipamiento necesario, formar agentes de seguridad y personal técnico. Impulsemos la implementación a plenitud de las Reglas Mandela para presos. Demos oportunidades reales de que puedan volverse seres productivos mediante la capacitación y asistencia técnica. Soluciones miles. Víctor Hugo, en su obra termina con esta perla: «... mientras haya en la tierra ignorancia y miseria, libros como este no son inútiles».