Lourdes Luque | Esta no es nuestra guerra
Los equipos jugadores son las mafias, que se disputan centímetro a centímetro la cancha en la cual están jugando
Solo somos la cancha en la que el perverso incremento del consumo de cocaína en los países desarrollados se cruza con la producción de cocaína, que ha duplicado su hectareaje en los últimos años en nuestro vecino del norte. Los equipos jugadores son las mafias, que se disputan centímetro a centímetro la cancha en la cual están jugando, que es nuestro querido Ecuador.
Todos los males que hoy sufrimos: el crimen, el sicariato, las extorsiones, los secuestros, los jóvenes en campos de entrenamiento para alimentar a esas bandas criminales, hasta la ruptura de las relaciones con México y las posibles consecuencias derivadas por las múltiples agresiones de su presidente y la respuesta de nuestro presidente, son el resultado de esta injusta guerra que no merecemos.
¿Por qué esa oferta y demanda de cocaína eligió nuestro país para destrozarlo? Esos son los factores críticos que debemos determinar para dejar de ser competitivos y alejar este juego macabro de nuestra isla de paz.
Si la facilidad de lavar dólares nos hace atractivos. ¿Por qué no vemos una gran estrategia comunicacional para que el sector privado y el sector público alerten a toda la ciudadanía al respecto?
Si el abandono y la falta de empleo son el alimento de las bandas criminales y tal como lo reconocen estudios serios, la única forma de afectarlas es sacando a los jóvenes de esa amenaza. ¿Por qué no vemos una alianza publica privada que promueva la cultura de la paz y el empleo en cada escuela, en cada iglesia, en cada cancha deportiva, en cada organización de la sociedad civil?
Si la debilidad institucional de nuestro sistema de justicia y de nuestra fuerza pública han permitido infiltraciones que vuelven a algunos de sus miembros en cómplices y en encubridores. ¿Por qué no vemos una propuesta seria de señalar y sancionar a los elementos corruptos y marginarlos de la sociedad?
Tres propuestas que pueden torcer el mal camino que llevamos.
El joven presidente hace lo posible por reencaminarnos. Hagamos nuestra parte también, y recordemos que esta guerra no es nuestra.