Dinero, poder, sexo y droga

Hoy tenemos una sociedad devastada por la falta de valores. ¿No creen que ya es hora de enfrentar la reconstrucción del tejido familiar con valores como justicia, verdad, solidaridad, amor?
La reina del sur, Pablo Escobar, Sin tetas no hay paraíso, El capo, Las muñecas de la mafia y El cartel son varias de las decenas de novelas narco con las cuales ha crecido la juventud de hoy que forma las filas de las narcoguerrillas urbanas que nos quieren poner de rodillas.
Los niños desde el 2010 crecieron con la normalización del crimen frente a sus ojos. La narconovela bombardeaba a diario todo su ser. Esos niños hoy tienen entre 13 y 20 años. Ellos tienen la percepción de que entrar en el mundo de las drogas, es la fórmula mágica para salir de las situaciones de marginación y de pobreza. La violencia idealizada se encarnó en familias que ya habían, lamentablemente, perdido su eje de valores. Familias que gracias a la eliminación de la ética y cívica de los currículos escolares ya no tuvieron norte para frenar ese anhelo de obtener rápidamente, dinero, poder y sexo.
Por eso, cuando las grandes transnacionales del crimen decidieron pagar a las pequeñas mafias locales con droga encontraron un ejército de jóvenes listos para engrosar sus filas. Nada como jóvenes de la misma, escuela, club deportivo y familia para insertar el perverso chip todo vale, olvidando que el crimen siempre paga mal.
Luego de que la Segunda Guerra Mundial terminara, George Marshall diseñó el llamado Programa Europeo de Recuperación para ayudar a Europa Occidental. Los Estados Unidos aportaron unos 20 mil millones de dólares para la reconstrucción de aquellos países afectados, en especial para aquellas zonas destruidas por la guerra; había que hacer próspero de nuevo al continente, antes de que el comunismo lo secuestre.
Hoy tenemos una sociedad devastada por la falta de valores. ¿No creen que ya es hora de enfrentar la reconstrucción del tejido familiar con valores como justicia, verdad, solidaridad, amor?
La reconstrucción de nuestro Ecuador debe ser enfrentada como un nuevo Plan Marshal. La tarea no puede ser solo de un gobierno, de las iglesias, o del sistema educativo. Mientras más pronto enfrentemos esta urgencia, más rápido podremos detener al crimen. No podemos esperar, ya estamos al borde del precipicio.