La semilla de mostaza

Por ello, más allá de dirigir sus plumas a los candidatos, prefiero pedirles que no confisquen el futuro dejando el petróleo bajo suelo
Fue la parábola de Jesús a sus apóstoles en este fin de semana. Cuando les dice a sus discípulos: “Hombres de poca fe. Si tuvieses la fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: «Pásate de aquí allá», y se pasará; y nada os será imposible”.
Y esa es la fe que debemos tener este domingo que ejerceremos nuestro derecho a elegir presidente del Ecuador. No importa qué tan tormentosas están las aguas. La fe en el futuro nos llevará a mejores días. Claro que debemos poner de nuestro lado.
Preparando por una gentil invitación de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, mi presentación al respecto del Yasuní, recordé la invitación que me hiciera el presidente Gustavo Noboa a ingresar a su gabinete. Eso fue en otro también tenebroso momento, en la crisis de 1999. Noboa subió a la presidencia luego de una fatídica quiebra del sistema bancario. Él, como presidente, me instruyó sobre la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados, diciéndome: “la primera decisión que tuve que tomar esa madrugada fue si mantenía o no la dolarización”. Justo para hacerla sostenible, el presidente sabía que necesitaba los dólares adicionales que traerían una mayor exportación petrolera.
Gustavo tuvo razón, luego del 2003, cuando se dio la primera exportación de crudos pesados, la pobreza comenzó a caer desde un 50 % a un 25 %, según datos del Banco Mundial. Asimismo, al año siguiente, Ecuador tuvo un crecimiento económico de 8,2 %, según datos del Banco Central, crecimiento que permitió además evitar una contracción de la economía durante la gran recesión del 2008, y así hubo una disminución de la pobreza y de la desigualdad.
Por ello, más allá de dirigir sus plumas a los candidatos, prefiero pedirles encarecidamente que no confisquen el futuro dejando el petróleo bajo suelo. Aún tenemos desigualdades y pobreza que debemos enfrentar en los próximos años. Luego de la pandemia, la pobreza creció del 25 % al 27 %; necesitamos que todos los recursos disponibles nos ayuden a reducir ese número, mientras vamos a votar con fe, sin creer en cantos de sirena y ofrecimientos no demostrables.