Luis Sarrazín: La vejez
Pero las mayores satisfacciones de mi existencia han sido el tener una hermana increíble
Temor produce la vejez en quienes no comprenden que su llegada es inevitable, de acuerdo con el ciclo vital de las especies, a sabiendas de que nacemos, nos convertimos en infantes, luego en adolescentes, alcanzamos la edad madura, formamos un hogar maravilloso con hijos y finalmente nos vamos deteriorando biológicamente, según el decurrir de los años, para llegar a una senectud o vejez imposible de soslayar.
A mi edad tengo el derecho de referirme a ella, en tratándose de una circunstancia etaria que me permite, gracias a una buena lucidez mental, recorrer retrógradamente mi existencia e ir disfrutando con fruición de los diferentes pasajes de la misma.
Tuve la suerte de tener a mis padres, que fueron mis tutores, amigos y asesores permanentes, quienes con sus consejos y ejemplo supieron orientarme y darme lecciones de vida y sobre todo de honestidad, las que he practicado siempre.
Estuve a punto de morir y ser enterrado a los tres años de edad, víctima de una gangrena, en una época en que no había antibióticos sino apenas sulfadiazina y estoy seguro de que el Señor estiró su mano devolviéndome a la vida.
He vivido recordando las palabras del maestro Antonio Oriol Anguera de México, cuando nos dijo: “La juventud tiene que aprender a jugar limpio; la edad madura debe aprender a ganar y la senectud debe saber perder y retirarse con altivez y dignidad. Ese es el código de honor de las edades”.
Pero las mayores satisfacciones de mi existencia han sido el tener una hermana increíble, una esposa espectacular, hijos que han honrado las tradiciones de la familia, nietas y nietos valiosos y proactivos, colaboradoras ejemplares y valiosos amigos, cual cadena de oro con eslabones sólidamente unidos, joya deslumbrante e indisoluble.
Llegará la parca y recibiéndola, me iré con ella en ese viaje sin retorno; pero hasta entonces, al no tener futuro, disfrutaré mi presente, riendo, gozando la música que me agrada, leyendo, escribiendo, degustando según mi diabetes, cálidamente reunido con mi familia y amigos y le sonreiré a la vida, hasta que mi luz se apague.
Y sigo andando…