Derrumbe (I)

Resulta evidente que hoy lo que prima en la mayoría de las candidaturas, vorazmente orientadas por una ambición desmedida.
La democracia, una de las formas de gobierno, al margen de todos sus defectos es sin duda el mejor de los sistemas políticos existentes, por su amplitud ideológica y la aplicabilidad cosmopolita de sus opciones en atención al pensamiento y deseos de los ciudadanos que gozan de tal sistema de gobernabilidad.
Recuerdo haber participado en mi primera lid electoral, cuando la vigencia de los verdaderos partidos políticos era evidente, en medio de un ambiente sereno y con enfrentamientos respetuosos y de altura entre los candidatos, donde lo único altisonante fue la declaración del Dr. José M. Velasco Ibarra cuando expresó: “O el Frente me aplasta mí o yo aplastaré al Frente”.
Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces y se ha producido un barrido de todas esas buenas costumbres políticas al haberse introducido, gracias a una generación espontánea descontrolada, el advenimiento de partidos y sobre todo de movimientos con tinte electorero, que han invadido maléficamente y con características metastásicas el ambiente electoral a nivel nacional.
Resulta evidente que hoy lo que prima en la mayoría de las candidaturas, vorazmente orientadas por una ambición desmedida que las impulsa a tratar de captar las posibles dignidades, es llegar al poder para traficar influencias a sus anchas y enriquecerse dolosamente, con miras a levantar lo más rápido posible un capital que deberá ser lo suficientemente suculento para enfrentar un posible encarcelamiento, y el pago a los jueces que se encargarán de liberarlos, para luego disfrutar a sus anchas, junto con su familia y descendencia durante algunas décadas del fruto de lo mal habido.
Resulta extremadamente grave que las mafias, expertas en debilidades humanas, hayan conquistado aproximadamente a 20 candidatos, de entre los cuales 5 se destacan, y los hayan “comprado” para que, al llegar a sus curules o cargos ganados electoralmente, se conviertan en esclavos que trabajen a beneficio de ellas, destruyendo la eficiencia y adecuada conducción política de sus adscripciones, y en total detrimento de lo ético y moral.
Y sigo andando…