Doble luto

Yo conocía de su existencia, pero veo que sus funciones fueron múltiples y que habría sido un gran aporte para la salud pública del Ecuador
Consternación y luto nacional ha producido el fallecimiento de Fernando Villavicencio, hombre valiente y luchador, que no escatimó esfuerzo alguno en pro de la reivindicación y depuración nacional. Enfrentó el odio de seres miserables y abyectos que buscaban de cualquier manera silenciarlo, para poder seguir usufructuando de la impunidad y lucrando, sin conciencia, de los bienes y valores de la patria, que se habían acostumbrado a devorar sin piedad en casi todas las instituciones en las cuales desempeñaron cargos. En virtud de ello, miraban arrojando saliva y cual perros rabiosos, cómo un hombre fuera de serie estaba a punto de cortarles el camino fácil del enriquecimiento ilícito, el cual añoraban y al que estaban acostumbrados.
El presidente Osvaldo Hurtado nos hizo asistir en 1983 a unas charlas de seguridad organizadas por el Gral. Castro Pabón, quien nos dijo: “Deberán llevar casco y chaleco antibalas. Habrá un policía con el arma artillada al frente, atrás y en la parte lateral del vehículo, y por el lado en que ingresarán, estarán dos policías, uno con el arma artillada y un segundo que los ingresará al vehículo. ¿Cómo ocurrió semejante caos durante el asesinato de Fernando? ¡Los mandos policiales deben responder!
El segundo luto se produce, cuando gracias a un gran amigo, el Cnel. Alberto Molina F., le presentamos a Fernando el documento que nos fuera solicitado por el vicepresidente para la reapertura del Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical Leopoldo Izquieta Pérez, y que él tiró a la basura. Luego de revisarlo detenidamente dijo: “Solo un miserable pudo hacer desaparecer tan valiosa institución. Yo conocía de su existencia, pero veo que sus funciones fueron múltiples y que habría sido un gran aporte para la salud pública del Ecuador. Que un cuencano los haya traicionado no me llama la atención, pero que un guayaquileño les haya dado la espalda, es imperdonable. Yo, un simple alauseño, lo abriré de inmediato”. Su muerte enterró nuestra esperanza.
Y sigo andando…
FE DE ERRATAS: En el Editorial del 16.08.2023, el nombre del padre es Federico Gagliardo