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Luis Villacrés: La profecía

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La construcción de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair fue un capricho, una obra mal concebida y mal construida

Después del terrible terremoto de 1645 se le atribuye a la quiteña Santa Mariana de Jesús o Azucena de Quito, la promesa de que nuestra patria nunca sería destruida o afectada seriamente por terremotos, desastres naturales, pestes o enfermedades, sino por sus propios errores, por malos gobiernos. Igual que la extensión del territorio del Ecuador, que ha sido reducida a una quinta parte de su tamaño original por deficientes negociadores y representantes diplomáticos que hemos tenido a través de la historia.

Con esta situación actual del Ecuador, sumido en una grave crisis energética, sobreendeudamiento y crisis fiscal, el gobierno se empeña en empeorarla por querer acatar una decisión inconstitucional, equivocada, de cerrar los pozos petroleros del ITT, en momentos en que no hay dinero para pagar sueldos o atender lo más urgente en salud, educación o seguridad. Cuando un padre no tiene dinero, simplemente recorta sus gastos, deja de atender las exigencias exageradas de su cónyuge o sus hijos, por más que sus aspiraciones sean justificadas.

La construcción de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair fue un capricho, una obra mal concebida y mal construida. Los $ 1.800 millones que se pretenden gastar en desmontar el ITT deberían estar destinados a rescatar y salvar esa y otras hidroeléctricas, ejecutando las obras que recomienda el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos de América. Fernando Villavicencio en una de sus denuncias señaló que se habían detectado en ella 18 mil fisuras, y sobreprecios y sobornos por más de $ 55 millones.

Y la peor desgracia o la lacra de la década perdida es habernos convertido en un país controlado por los carteles de la droga y ser, a pesar de que no la producimos, uno de los mayores exportadores de cocaína del mundo. Y ahora incluso tenemos el riesgo de perder nuestras generaciones jóvenes como consumidores adictos a todo tipo de sustancias nocivas.

Ademas, atrapados en una vorágine de violencia, secuestros, extorsiones que comprometen nuestra seguridad y libertad de circular, emprender y hacer, hemos perdido nuestra libertad y tranquilidad, que por muchas décadas permitieron catalogar al Ecuador como una isla de paz.