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Luis Villacrés Smith | Pato cojo

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En definitiva, lo que está en juego no es solo el gobierno de su país...

Es una expresión coloquial, ‘lame duck’, que equivale a un pájaro con alas rotas, incapaz de levantar buen vuelo, usualmente refiriéndose al caso de gobernantes que deciden no buscar la reelección y que transcurren los últimos meses de su mandato sin mayor transcendencia o verdadero poder. Sucedió con Calvin Coolidge en 1926, con Lyndon B. Johnson en 1968, con Jimmy Carter en 1978. También con Nixon en 1973, después del escándalo de Watergate que lo obligó a renunciar.

Gobernantes que pierden respaldo de sus propios seguidores, de miembros relevantes de su propio partido o en general de buena parte de toda la nación. Johnson por su fracaso en sus esfuerzos por terminar la guerra de Vietnam; Carter por la crisis en Medio Oriente y el embargo petrolero.

Está sucediendo actualmente con Joe Biden, con la oleada de migrantes, la invasión indiscriminada de estos a muchas ciudades de los Estados Unidos, por su fracaso en detener la guerra de Ucrania, y con Israel por no lograr rescatar los rehenes o terminar el conflicto en la Franja de Gaza. Mucho más ante la evidencia de sus deficiencias cognitivas, enfrentar el debate y los ataques del candidato opositor Donald Trump.

La pregunta que se hace el público es que si la persona en cuestión ya no está capacitada para ser reelegida, ¿qué le hace pensar que puede seguir funcionando y ejerciendo bien el poder durante el tiempo que le falta para completar su periodo? La respuesta obvia es que, si no está en capacidad de ser reelegido, tampoco lo está para continuar gobernando con acierto y eficacia sus delicadas funciones.

En este particular caso, Biden debería plantearse la conveniencia de renunciar y de permitir que la vicepresidente Kamala Harris asuma con plenos poderes la presidencia de los Estados Unidos durante los seis meses que faltan y ser simultáneamente candidata a la reelección.

Sería la única manera en que Harris podría demostrar que ella está debidamente capacitada para gobernar y sus posibilidades de elección en noviembre podrían aumentar mucho más. En definitiva, lo que está en juego no es solo el gobierno de su país, sino también la conducción y liderazgo del bloque occidental.