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Delincuentes

Avatar del María Josefa Coronel

"La perversidad se disfraza o esconde, como todo ladrón"

Una vez resuelta la casación sobre la sentencia condenatoria a Rafael Correa, Jorge Glas, Vinicio Alvarado y otros dieciocho servidores del régimen pasado, estos personajes pasaron a ser protagonistas de una banda delincuencial por el delito de cohecho. Más allá de las decenas de otras investigaciones que, por otros delitos como peculado y tráfico de influencias, se abrirán en contra de otros exfuncionarios y los mismos reos, esta resolución judicial debe ser reconocida sin perder objetividad.

En primer lugar, como aquella que se originó en la noticia del delito anunciado por el trabajo de investigación periodística que hicieron Christian Zurita, Fernando Villavicencio, Fundación Mil Hojas, y que quede en nuestro recuerdo que, en muchas ocasiones, los periodistas son más valientes que los jueces.

En segundo lugar, esta resolución no es un tema político/electoral, por mucho que los procesados fueran servidores públicos; esto trata de delitos, de delincuentes. Si nos creemos el cuento que esta resolución se dicta para bloquear a Correa en su deseo de ser candidato, no solo se estaría alimentando la copia que este le hace (casi siempre lo copia) a Bucaram en su llanto eterno de Déjenme Volver (hoy sería Déjenme Volver Parte II), sino que se estaría tapando, principalmente, la estructura de delincuencia organizada que el prófugo de Correa dejó incrustada en el Estado ecuatoriano en las más altas esferas.

Esto no es un tema político, es una mafia. Se nota hasta en la complicidad con los proveedores que, al momento de negociar los favores, no fue un pacto entre iguales corruptos, fue una “orden” a las empresas de hacer-financiar un trabajo “sucio”. Ambas partes se juntaron en la corrupción, sí, sin duda, pero Correa los somete a sus órdenes, como todo mafioso actúa.

Finalmente, el mundo nos ofrece permanentemente delincuentes disfrazados de políticos, como Pablo Escobar o Hitler, que alcanzaron a cegar a personas, como hacen las sectas, sometiéndolas a sus deseos de perpetuidad en el poder, convenciéndolas de que son buenas personas, y no lo son; son delincuentes. La perversidad se disfraza o esconde, como todo ladrón.