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Gracias por pararme bola

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Que alguien evite mirarse a sí misma “porque no cumple con el estándar ideal que nos presenta la serie, la película o el comercial” puede significar un tipo de violencia nefasta al amor propio’.

Este artículo no es para la opinión pública sino para la voz interior de la opinión pública, específicamente la de las mujeres.

Una encuesta hecha por La Rebelión del Cuerpo, colectivo creado en Chile con el fin de concientizar, educar e investigar sobre cómo los roles y estereotipos de género impactan en la construcción de identidad y la autoestima de las mujeres, encuestó a 3.335 mujeres y cito: “en su mayoría de nacionalidad chilena y pertenecientes a los grupos socioeconómicos más altos. De ese total, el 84 % reportó que su silueta no corresponde a la que les gustaría tener y el 80 % de esos casos se debe a que desean tener un cuerpo más delgado al que consideran que tienen. Al analizar esa tendencia según las edades de las participantes, se evidencia que se agudiza ese sentimiento entre las mujeres de 36 a 59 años, con un 85 % de insatisfacción. No obstante, en todos los tramos etarios la cifra supera el 70 % de desconformidad”.

Desconozco de estadísticas ecuatorianas y por eso me remito a las chilenas, pero muchos podemos percibir en el ambiente estético el rechazo al propio cuerpo.

Entre las respuestas recabadas en la encuesta del 2019 se registraron frases como: “me siento asquerosa y gorda”, “todos los días pienso en que debería tener otro cuerpo”, “me incomoda, intento no mirarlo”.

Como contramovimientos a los estándares generalizados de estéticamente adecuado y la presión social existe el #bodypositivity que se dedica no solo a cuestionar los estándares sino también a considerar temas de cómo se siente la persona acerca de la comida, el ejercicio, la ropa, la salud, la identidad y el autoduidado. No se trata de promover el sobrepeso, sino de sentido común.

Los medios, la conversación y los estereotipos marcan la tendencia con la que, específicamente en este artículo, las mujeres determinan el nivel de satisfacción hacia su cuerpo. Ni qué decir de todos los desórdenes alimenticios creados y alimentados -valga la ironía- por estándares irreales de delgadez.

En la encuesta chilena preguntaron: “¿cómo te has sentido con tu cuerpo en el último mes?”. Las respuestas, principalmente, recabaron sentimientos de asco, odio y vergüenza hacia el propio cuerpo.

Que alguien evite mirarse a sí misma “porque no cumple con el estándar ideal que nos presenta la serie, la película o el comercial” puede significar un tipo de violencia nefasta al amor propio; esto que cacareamos constantemente se replica con velocidad absurda en la población más joven y se crece con la zoquetada de que la delgadez es la clave del éxito.

Estar llena o gorda se vuelve el peor de los insultos; los valores que pasen cantando, porque nadie luce los valores en un jean de última moda. Y así, en la soledad del espejo demasiadas mujeres se desprecian a sí mismas porque siempre hay algo que cambiar. Una tristísima realidad.

Soy consciente de que hay problemas más profundos en el mundo, pero la violencia psicológica silenciosa del estándar irreal de la belleza produce una inseguridad atroz que somete al espíritu.

Pregúntese: ¿cómo se siente mirándose al espejo?, ¿cómo se trata en la soledad de su mente? ¿Qué propósito tiene hablarse tan feo? Seguramente se está dando palo continuamente y al preguntar habrá una voz profunda que contesta: “gracias por pararme bola”.