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Tanto por hacer

Avatar del Mariasol Pons

Es como si hubiésemos logrado divorciarnos del entorpecimiento institucional y a pesar de eso, dar con la oportunidad de generar valor. Se crean nuevos productos, nuevas recetas, nuevos restaurantes, nuevos espacios, nuevos negocios con claro valor agregado y quiero pensar que allí está la identidad-oportunidad

Entre las noticias de la consejera Almeida, los retrasos, los incumplimientos, las imágenes de la limpia del consejero Ulloa, la pugna por la silla, una institución bicéfala temporalmente, se siente algo internamente incómodo que ya no sorprende a nadie. Algo similar sucedió en la Contraloría en su momento. La crisis institucional de los órganos de supuesta inclusión y absoluta tergiversación es ya insigne. No podemos no hablar de ello, está en todos lados. ¿Para qué existe el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social?

Paralelo a esto el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social está desbaratado, por decirlo sin carga. Tiene un sistema de pensiones jubilares desfinanciado, carece de suficientes medicinas para atender a pacientes, su equipamiento no tiene el mantenimiento necesario, en fin. Apremia una reforma integral del sistema. Ahora se habla de una reforma que alargaría el tiempo de los trabajadores antes de jubilarse, como si esa fuese la solución. Su director ha dicho que la institución pierde cerca de 40 millones anuales por corrupción y no sé por qué la cifra suena a que se queda corta.

Mientras tanto el país califica número 31 entre los mejores países para trabajar a distancia y vacacionar. Esto producto del cambio en la dinámica de trabajo que permite a más trabajadores acceder a su posición laboral de manera híbrida (a distancia). De 100 puntos, el más alto, Ecuador sacó 67 puntos. Si contrastamos con otras calificaciones, esta es una alta.

¿Por qué comparo cosas que, aparentemente, no tienen nada que ver? Porque todo eso que sale en las noticias, procesos que no se entienden, franco desinterés por el bien común, corrupción entre asambleístas, jueces, inseguridad, etc., no es lo que nos representa. Es como si hubiésemos logrado divorciarnos del entorpecimiento institucional y a pesar de eso, dar con la oportunidad de generar valor. Se crean nuevos productos, nuevas recetas, nuevos restaurantes, nuevos espacios, nuevos negocios con claro valor agregado y quiero pensar que allí está la identidad-oportunidad.

En el ámbito político que empecé mencionando también aparece la oportunidad de nuevos acuerdos comerciales, es decir, la oportunidad de exportar eso bueno que tenemos y crecer, así como acceder a otros productos atractivos por relación precio-calidad que mejoren la calidad de vida y la calidad de producción.

La velocidad de cambio del Estado es marcadamente lenta pues arrastra vicios de casi un siglo, como el Código de Trabajo. Los cambios drásticos no se dan dentro de los procesos estatales sino con tiranía, esa es una realidad que, aunque no guste, debemos entender. Así como los productos se modernizan, también deben hacerlo las reglas del juego y no se trata de desamparar al trabajador sino de darle alternativas reconociendo que el equilibrio es delicado. Allí mismo, en esa línea que cruza lo privado y lo público, este mes de enero, un 4 % de la población empezó a sentir con mucho más fuerza el peso del Estado y quiere ver que su dinero rinda, que no se licúe en la corrupción del IESS, por poner un ejemplo. Hay tanto que hacer y sobre eso leí, de Orison Swett Marden, que: "La suerte no es más que la habilidad de aprovechar las ocasiones favorables".