¡Qué cliché!

Hemos logrado clasificarnos con una velocidad inverosímil de polarización; todas las frustraciones se canalizan hacia eso que “no nos representa"
Qué pereza convertirse en un cliché, pero lo más probable es que todos en algún momento lo seamos. “Mal de muchos, consuelo de tontos”; me respondo a mí misma mientras escribo. La duda me detiene, no quiero escribir un artículo sobre el fin o comienzo del año, que es exactamente lo mismo, solo que con una gran lista de la cual es difícil eliminar esas 10 libras que por acto de magia espero desaparecer, más que aumentar la propia disciplina de lograrlo. Ya está, logré un cliché.
Pero este artículo no será sobre eso, la lista de pendientes del fin de año, sino que será sobre la creciente confusión en la que cerramos el año. Ya he escrito harto sobre confusión -pero creo que necesito purgarla de mi sistema-. ¿En qué contexto? El de la cotidianidad. Si usted no es un investigador y enfoca la fuente de su información exclusivamente en la trayectoria de la persona o institución, entonces probablemente vive la vorágine de la información con el beneficio de la duda. Eso si es que usted es afortunado y tiene la suficiente visión para otorgar el beneficio de la duda a la información que recibe o busca. Y si usted no se ubica en ninguno de los anteriores, entonces probablemente usted defiende sus creencias/informaciones con la certeza que le da la sensación de haber explorado lo suficiente y creer en su verdad. Hay quienes se ubican en el famoso: no sabe/no responde. Todos tienen razón, nadie lo duda. ¿O sí?
Y así, vuelve la burra al trigo para hablar del efecto psicológico de la pandemia. Hemos logrado clasificarnos con una velocidad inverosímil de polarización; todas las frustraciones se canalizan hacia eso que “no nos representa”. Eso que “parece una amenaza a mi existencia” porque hoy, olvidar el frasquito de alcohol en la cartera, es ya una “súper” amenaza. Esto es porque tenemos el sistema nervioso enfermo y la confusión es nuestra mayor fuente de contagio. El tema es que no solo estamos confundidos ante la pandemia, su origen y su efecto, estamos bastante confundidos ante todo. Las disparidades de la velocidad de los hechos, del acceso a la información y por tanto a la confusión, nos aturden, hacen demasiado ruido y no permiten pensar con claridad.
Poner pausa a la bulla y dejar un espacio de silencio para evaluar requiere un esfuerzo disciplinado en este planeta tan confundido y ruidoso. Construimos discursos que significan todo lo contrario, armamos cadenas de palabras para describir exactamente lo opuesto; de la misma manera que terminaré escribiendo un artículo con reflexiones de fin de año, porque además existe un factor que no domino y se llama contexto.
Si observamos el contexto corremos el riesgo de declararnos ignorantes y en este mundo de tantas “certezas”, de tantos “especialistas” sería una verdadera desgracia declararse en ignorancia. Aunque para los saturados de información, quizá sea una bendición.
“Solo sé, que nada sé. Sócrates. Gran cliché y verdad mayor. Quizá sea una buena idea empezar el año reconociendo que hay mucha bulla, que si bajamos el volumen aumentamos nuestra capacidad de evidenciar las discordancias y serenar las confusiones, que somos seres que transitamos temporalmente la tierra y que tanta confrontación atenta contra “la paz mundial”, como dijera Sandra Bullock en Miss Congeniality. Tronco de cliché.